Nadie se salva solo – Margaret Mazzantini

Si tuviese que describir en pocas palabras lo que sentí luego de leer Nadie se salva solo, tendría que decir que es un reflejo del amor, o un reflejo de cómo nos comportamos frente al amor. Sin lugar a dudas la novela es una obra de arte. Con su singular estilo, Mazzantini utiliza un restaurant para darnos a conocer la historia de Delia y Gaetano, otrora pareja con dos hijos y un aborto a cuestas. Es aquí, en una cena con fines prácticos entre dos seres adultos, que nos sumergimos en el mundo que formaron los protagonistas y conocemos el estatus actual de su relación -ex pareja que debe lidiar con asuntos cotidianos relacionados a la tutela de los hijos-, además de profundizar en cómo fue que llegaron a ser lo que son.

A través de frases cortas y la cotidianidad genialmente plasmada en cada línea, vemos pasar la vida de Delia y Gaetano, desde que se conocen hasta el mismo instante de esa cena, dando con los hitos claves que permiten entender el por qué sienten -tal vez, inconstantemente- que el amor se ha ido.

Delia y Galeano son reales y verosímiles, al punto que empatizas con ambas posturas y actuares a lo largo de la novela. Entendemos a Delia, quien fuera anoréxica en su juventud, y a Galeano, abusado en su infancia. Desde esta base, vamos construyendo sus personalidades y sus modelos mentales, hasta llegar a la cena en la cual transcurre la novela, donde cada uno convive con sus propios fantasmas, con sus “que hubiese pasado si…?”.

Creo que uno de los mayores aciertos de Mazzantini es profundizar en las imágenes del día a día sin abusar de la descriptiva. A través de sus palabras acertivas y frases cortas se puede disfrutar de esta novela con todos los sentidos. La melancolía de un amor -que quién sabe si sigue siendo amor o si algún día llegó a serlo- está reflejada con majestusidad, y es eso lo que hace de este libro uno de los más humanos que he leído hasta el momento, esa belleza mezclada con dolor que nos representa tan fielmente. Porque somos recuerdos, somos sentidos, somos emociones, somos contradicciones, y llegado el momento de la verdad, bien sabemos que nadie se salva solo.

CITAS DEL LIBRO:

  • Era hermoso intercambiarse los dolores, volverlos familiares. Él también llevaba a los hombros una notable carga de mierda y no veía la hora de soltarla a los pies de una muchacha como ella.
  • ¿Sabes cuál es el problema? Que nadie se atreve a hacer lo más sencillo, a enfocar bien sus propias vidas. Lo que los hombres llevan haciendo desde siempre como único camino posible, luchando, arriesgándolo todo, a nosotros nos parece un esfuerzo inútil (…). No creemos necesario conocernos a nosotros mismos.
  • ¿Quién te conoce? ¿Quién eres? ¿Por qué me toca aguantar todo lo tuyo? Tus olores más íntimos y todo lo demás. Tu cara desilusionada sentada delante de mí.
  • El germen de la destrucción se albergaba ya en aquella exaltación. Dos tímidos empredrados de desquites que peloteaban con una sola mitomanía, la de su unión. Un mortal ejemplo de pareja contemporánea.
  • Algún día debería entrar ella también en esos salones de manicura, ofrecer sus manos, ver cómo se las arman con garras lacadas. Se puede empezar así, por pequeñas aplicaciones externas, para cambiar un carácter demasiado interior.
  • Quizá ellos estuvieran simplemente más desesperados. Y la desesperación los vuelve más humanos. Pero no les enseña a vivir. Lo que te une y te lleva a lo más alto de repente te separa, te arrastra lejos.
  • Al final, no eran tan distintos a los demás. Como si el dolor, después de tantas vueltas intestinas, no rebosara más que estupidez. Una sucesión de disputas de una bajeza desoladora. Él meaba sin levantar el asiento, ella se sentaba y se mojaba. Era suficiente para hacer que odiara la vida.
  • Ella está ahí para conservar con vida la memoria. Como esos viejos del Holocausto con las piedras. Una por cada amor muerto. Porque también el amor se merece un santuario, una memoria.
  • Creer en el propio dolor es un gesto de soberbia.
  • La cocina estaba llena de cáscaras de naranja…, ella observaba aquel follón, aquel cansancio. Diez años antes habrían hecho el amor en medio de aquel cementerio de naranjas, y ella se habría reído y estremecido después, con esos suspiros altos y totales, en los que el pecho agoniza y recoge el mejor aire, ese por el que merecía la pena haber aprendido a respirar recién nacida.
  • Se abrazarán, ligeramente emocionados. Ese día, por fin, habrán olvidado el olor de la intimidad y el odio. Ya no recordarán nada de ese cuerpo que está delante de ellos. Habrán establecido nuevas intimidades, nuevas rabias. Pasarán el uno al otro afablemente como carne limpiada a fondo por la tragedia del amor. Ya sin tensiones, ya sin roces, ya sin sacudidas dolorosas.