Mecánica celeste – Gonzalo Contreras

Mecanica celeste Gonzalo ContrerasLuego de algunos años de silencio literario, Gonzalo Contreras regresa a las librerías con Mecánica celeste, una obra que puede considerarse la continuación de La ley natural (2004). Escribo «puede» y no «es», para que quien no haya leído La ley natural no se espante, porque en esta nueva novela el autor brinda el contexto necesario para entender por qué los personajes se encuentran donde están.

En La ley natural, Contreras presentó a Francisco Beltrán, un arquitecto en plena crisis matrimonial con Diana, que recibe la visita de Muriel, la pareja de su hermano, y Bárbara, hija del antes mencionado. En esta nueva novela, el autor nos reencuentra con sus personajes para mostrarnos las complejidades que cargan del pasado y, por supuesto, nuevas aristas de sus personalidades. Beltrán trabaja en una villa palladiana en un nuevo suburbio de la ciudad, mientras que en su casa lo esperan Muriel, la mujer de su difunto hermano, arribada de Ceuta, Bárbara, su hija y Rudy, un pequeño que no dejará indiferente a los lectores. A esta gama de egos, se suma también Faraón, un perro pug que, por extrañas circunstancias, termina muerto en una pista de aterrizaje. Pero nada es al azar y la muerte del pequeño canino será el inicio de una serie de acontecimientos que repercutirá en el hogar de esta singular familia.

Contreras deslumbra con una pluma cuidada en cada palabra que describe el accionar de sus personajes, creando una atmósfera de misterio y soledad que acompaña al lector hasta las últimas instancias de la obra. La meticulosidad de esta pluma, prolija y llena de pequeños tesoros, no hace más que enriquecer una historia que per se llama la atención. Es, sin duda alguna, un acierto del autor la entrega dosificada de la información que va proporcionando al lector a medida que se avanza en la historia. Mención aparte merecen las descripciones del pensar y actuar de cada uno de sus protagonistas, a veces tan transparentes en su quehacer que pareciera al lector estar inmerso en la escena.

La mecánica celeste abarca el estudio de los movimientos de los cuerpos celestes bajo los efectos gravitatorios de otros cuerpos. Ejemplo claro de esto es el movimiento de los planetas alrededor del sol. Es así que Contreras nos inspira con una historia donde cada quién, desde su soledad y con su propia cruz a cuestas, sabrá afectar la vida de los demás. Un retorno literario más que recomendable.

CITAS DEL LIBRO:Gonzalo Contreras

  • Esa confesión había sido un pequeño fiasco y un alivio. El pelo de Muriel era teñido, eso era todo. La compra de la tintura y el teñido debían ser cosa rutinaria, cuando él solo quería para sí, para ambos, cosas rutinarias, y cuando ella arrojó el envase al interior del carro y siguió su camino sin volverse, arrastrándolo ahora con una mano, él comprendió que acababa de hacerse de una revelación perfectamente tonta e inofensiva, tan inofensiva como esperaba que fueran todas las revelaciones que vinieran por delante.
  • Ella no se equivocaba. ¿Eran solo dos seres obstinados que perseveraban? La sola insinuación contenía algo pernicioso, como un vicio oculto que compartieran los dos. ¿Pero ese vicio cerrado como un nudo ciego no era el amor? ¿La amaba? Solo sabía que perderla, si se la desanudaban, sería perderlo todo, quedar desnudo en un inhóspito descampado.
  • La conversación de Víctor era siempre tan general y miscelánea que podía sospecharse que había usado muchas veces la misma presentación con distintos y muy diversos auditorios. Era una conversación portátil, como un equipaje de mano que llevaba consigo y del que no se desprendería por nada del mundo.
  • Como cuerpos celestes, debía desplazarse cada uno en torno a los límites difusos del campo gravitacional del otro, pero no más allá; Francisco los había traspasado, y ella se avenía a hacer como si no hubiera ocurrido nada. Su dignidad estaba intacta y se había ganado el derecho a recuperar su intimidad; esta no iba a ser vapuleada como lo había sido. Si ella estaba dispuesta a enmendar, el otro debía poner de su parte, exigía reciprocidad, y las cosas volverían a su curso normal. Eso es lo que pedía ella, normalidad, asentar otra vez la rutina. Esa simpleza para ver las cosas podía ser arrolladora; era de esas pequeñas tiranías que se ejercen con la más dulce de las voluntades.