Mala educación – Elizabeth Simonsen

Sentimientos encontrados. Eso es lo que me queda tras leer Mala educación de Elizabeth Simonsen. A pesar de que muchos digamos que no apreciamos las comparaciones, es inevitable caer en ellas, y aquí haré una. Óscar Contardo presentó el 2011 su libro Raro, que realizaba una investigación mordaz sobre la homosexualidad en Chile y lograba convencer con el exceso de citas y notas al pie, permitiendo que uno, como lector inculto, entendiera de dónde provenían todas y cada una de las ideas plasmadas en sus páginas, así como también supiera diferenciar cuáles eran, en particular, las opiniones del autor. Es eso lo que me faltó en este cúmulo de anécdotas que relata Simonsen, graficadas en una línea de tiempo que no perdona al lector distraído. Porque a pesar de que la revolución escolar -y entiéndase por ésta no solo la secundaria, sino también la universitaria- sea un tema contingente y al cual tenemos acceso a diario a través del bombardeo de información al cual estamos sometidos, no perdono que en un libro que pretende formar parte de la memoria colectiva de un país no se establezcan las fechas como corresponde que se haga. Se habla de la revolución pingüina de 2006, de la de 2011 y a veces del año 2012, pero como todo es tan reciente, la autora en algunas páginas solo pone día y mes, obviando años, cosa que no logrará más que, cuando queramos entender y releer sobre estos años de lucha contra el lucro en un tiempo más, quienes somos más desmemoriados, suframos cuando utilicemos este texto como fuente de información.

No quiero irme en picada contra Simonsen. El libro tiene una línea temporal bien definida a pesar de la ausencia de fechas en muchas de las anécdotas que relata, se nota un trabajo periodístico serio que se aplaude, porque la autora busca con su obra aportar a la historia de nuestro país con una obra que, no siendo imprescindible, es bastante acertada en la temática que trata y la forma de narrarla. Aunque a veces choca la dicotomía de su lenguaje -entre la periodista de profesión y la poetiza que exagera en sus narraciones- Simonsen logra el objetivo de plasmar los hechos que han causado conflictos en lo que a educación se refiere a nivel nacional, dando a entender que el problema surge por no tratarlo de raíz hace ya más de seis años de surgido el conflicto.

Al finalizar, releí la contraportada y me di cuenta de que estamos en un mercado que solo busca vender, ya sea educación, libros, ideas o lo que sea. Esta contraportada dice cosas que no son. Es cierto, es una profunda investigación periodística, pero no desvela en detalle cómo ni por qué se ha fallado en las políticas públicas que redundan en una educación estratificada socialmente y de baja calidad. Lo que sí hace es indagar en la vida de los dirigentes estudiantiles -y ahora si que debemos clarificar que el libro trata solo sobre la revolución de los secundarios y no de los escolares en general, dando solo atisbos de la revolución universitaria- y cómo los mismos no dieron su brazo a torcer durante las movilizaciones, así como también en las diferencias de ideales que disminuyeron el potencial del movimiento secundario, en comparación con el liderado por Camila Vallejo durante el 2011, que siempre tuvo un objetivo definido.

Anecdotario. Esa es la palabra que caracteriza a Mala educación, no Historia como dice su subtítulo. Desde María Música y el jarro de agua que le tiró a la entonces Ministra de Educación, Mónica Jiménez, hasta la besatón y los bailes de Thriller, los cacerolazos y la toma del Insituto Nacional y la Universidad de Chile, pasando por la LOCE, la LGE, el GANE, Lagos, Bachelet, Piñera y los 37 días de huelga de hambre de Gloria, la estudiante de Buín, donde a pesar de que la historia esté fresca, hacen falta más referencias y menos fuentes encapuchadas.

CITAS DEL LIBRO

  • Eran los alcances de una lucha que comenzó pidiendo cosas concretas y rápidas de solucionar, como el pase escolar gratuito y para todos los días del año, y que terminaría exigiendo la reforma a la polémica Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza que Pinochet dejó amarrada un día antes de abandonar el cargo y que básicamente hacía inamovibles los conceptos para la educación que se habían plasmado en la Constitución de 1980.
  • Tratar de reestructurar el sistema de financiamiento escolar en Chile produciría una fractura en el frágil equilibrio entre la izquierda y la derecha que formó parte implícita del acuerdo que restableció el gobierno democrático.
  • El sistema educacional chileno está conscientemente estructurado por clases (…). Existe un mecanismo, central para el funcionamiento del sistema, que no puede sino producir estratificación y segmentación.
  • Se pobló de colegios subvencionados, muchos con nombres en inglés y uniformes propios, que vestían a sus alumnos con faldas a cuadrillés y corbatines a la usanza british (…). Asistir a un colegio de nombre anglosajón, aunque no enseñara nada de inglés, se volvió un símbolo de estatus.
  • Las autoridades tuvieron los números celulares de algunos dirigentes y acudieron a ellos cuando se iniciaron las tomas, con insólitas ofertas. Según relatan varios secundarios -quienes prefieren mantener su nombre en reserva-, les ofrecieron desde becas universitarias hasta protección durante las marchas.
  • La acreditación es una especie de certificación, que nació en 2006 para garantizar la calidad de la desregulada educación superior. Claro que las instituciones no se exponen a ninguna sanción si son rechazadas; únicamente, sus alumnos no tienen acceso a créditos ni becas estatales.
  • Aquella noche, el sonido de las cacerolas, que había sido convocado a través de las redes sociales por Camila Vallejo, retumbó en cada esquina, en cada casa y en cada edificio del país, como un espontáneo rechazo de la ciudadanía a la violencia y un espaldarazo a los manifestantes.
  • Hay gente que se mata trabajando todo el día y después llega a su casa y ve Yingo o Calle 7. El capitalismo nos ha impulsado a eso. Al llegar a un punto donde nada nos importa y donde decimos: es lo que me tocó.
  • “A diferencia de los secundarios, los universitarios lograron instalar una bandera de lucha que aunque no la compartimos generó una imagen en la población. Además, aunque tenían diferencias internas, estaban más organizados que los secundarios, que tenían mucha atomización”, analizan fuentes del gobierno.
  • La educación pública está seriamente dañada en el alma.