Las cosas que no nos dijimos – Marc Levy

El título ya atrapa, ¿no? Y se podría creer que es de esas novelas románticas que no sobresalen por ningún lado, pero Marc Levy tiene lo suyo, porque el francés que en el 2000 publicó Et si c’était vrai…, novela llevada al cine por Mark Waters en 2005 y protagonizada por Mark Ruffalo y Reese Witherspoon bajo el nombre de Si fuera cierto, nunca deja de sorprender con sus historias. Esta, su octava obra, no es la excepción.

Reconozco que muchas veces que leo algo me dejo seducir por un buen título, un buen diseño de portada o un autor con trayectoria. En este caso, las tres cosas se mezclaron y le di una oportunidad a Las cosas que no nos dijimos, una novela mágica, por decirlo de alguna manera poco sutil; muy al estilo de la irlandesa Cecelia Ahern, que por cierto, es uno de mis mayores placeres literarios con sus cuentos de hadas modernos.

Las cosas que no nos dijimos narra una historia de amor poco convencional. Y es que a estas alturas, ¿quién busca una historia de amor convencional en una novela? Julia vive en Nueva York, tiene su vida casi resuelta y está ad portas de casarse con el supuesto hombre de sus sueños cuando -sorpresa- le notifican que su padre -ausente durante gran parte de su vida adulta- ha fallecido en París y que sus funerales se celebrarán el mismo día que ella tenía previsto casarse. Vamos bien, ¿no? Esto llama la atención del lector, pero no es hasta un poco después que el universo se da vueltas y tienes dos y solo dos opciones: o cedes a la imaginación y te dejas llevar en el resto de este viaje o te quedas con la percepción de que al autor le faltan varios tornillos y dejas la lectura hasta ahí.

Tras la recepción de la macabra noticia, Julia recibe una inmensa caja en su departamento, la que contiene un robot-humanoide-comoquieranllamarlo idéntico a su padre, el cual, al encenderse, le explica que gracias a la tecnología y a las inversiones del difunto Anthony Walsh en una empresa de robótica, fue posible construir ese prototipo, una pseudo persona, idéntica exteriormente al que en vida fue su padre y con toda la memoria del mismo en sus circuitos, construido con la finalidad de que ambos, padre e hija, tuviesen una segunda oportunidad después del distanciamiento años atrás. Pero como todo tiene un pero, el robot solo puede funcionar por seis días corridos, porque es lo que dura la batería y porque además, éticamente hablando, no es posible prolongar la vida de los muertos para siempre, aunque sea a través de sombras o robots. La decisión es de Julia, de ella depende si pasará esos seis días con la memoria de su padre o no para atar cabos sueltos de su infancia y, por qué no, conocer a quien le dio la vida.

Yo opté por ceder a la imaginación y continuar leyendo, ¡y vaya que no me arrepiento! La historia es entrañable, porque no solo trata de una relación quebrantada entre un padre y su hija y todas las aristas de la misma, donde vas entendiendo el por qué del distanciamiento y cómo en el pasado está la clave del presente, sino porque trata sobre el amor, en el más amplio sentido de la palabra, y la capacidad del ser humano de hacer lo imposible por aportar a la felicidad de sus amados. Las páginas narran momentos históricos tan importantes como la caída del muro de Berlín y la reunificación alemana, siempre desde el punto de vista de personajes a los que les tomas cariño con gran facilidad por la fragilidad de sus personalidades. A pesar de que algunas historias resultan un tanto inverosímiles, se perdonan porque el resultado de esta historia no es más que una oda al sentimiento más puro de todos, donde “la memoria redibuja los colores de la vida, borra lo mediocre y solo conserva los trazos más hermosos, las curvas más conmovedoras”, citando al autor.

Leyendo esta novela es inevitable que surjan ciertos cuestionamientos, especialmente si tienes seres queridos que ya no están contigo. ¿Qué harías diferente? Siempre quedan cosas por decir, tal y como queda explícito en el gran título de esta obra, y la oportunidad de comunicar estas cosas claramente es improbable -tendiente a cero para los más escépticos-. El ejercicio de razonar qué cosas te gustaría saber o indagar de la vida de aquellos que formaron parte de tus días y ya no están contigo no deja de ser interesante e inquietante.

Julia y su padre se reencuentran con el pasado, lo que les hace comprender el presente y afrontar el futuro de maneras que, en un inicio de la obra, eran inpensadas. El autor genera momentos maravillosos en el texto, como cuando los protagonistas están con la retratista en Montreal o cuando Julia se encuentra por última vez en el parque Tiergarten de Berlín, con un final que impacta por las revelaciones inesperadas, donde se reafirma la premisa entablada en un inicio: cuando amas a alguien, solo deseas su felicidad.

CITAS DEL LIBRO

  • Entonces dijiste que el mundo era grande, y la amistad, inmensa. No sé si fue por tu acento o por la ingenuidad de tu frase, pero Antoine se burló de ti; a mí en cambio esa idea me parecía deliciosa. ¿Era posible acaso que esa vida que tanto daño te había hecho hubiera preservado en ti los sueños infantiles que nuestras libertades han ahogado?
  • Abrirle tu corazón a un desconocido no es como abrírselo a alguien cercano, no hace que la verdad sea irreversible, no es más que un abandono (…).
  • De todas maneras, estás aquí, siempre estarás aquí. Sé que, en alguna parte, respiras, y eso ya es mucho.
  • ¿Sabes?, tiene gracia, todos encontramos buenas excusas para no permitirnos amar, por miedo a sufrir, por miedo a que un día nos abandonen. Y, sin embargo, cuánto amamos la vida, pese a saber que algún día nos abandonará.
  • Uno puede echarle la culpa de todo a su infancia, culpar indefinidamente a sus padres de todos los males que padece, de las pruebas a las que lo somete la vida, de sus debilidades, de sus cobardías, pero a fin de cuentas es responsable de su propia existencia; uno se convierte en quien decide ser.