La verdad sobre el caso Harry Quebert – Jöel Dicker
Les contaré una anécdota que sucedió en París y resumirá mi posterior parrafada. Un librero que al parecer ya había leído La verdad sobre el caso Harry Quebert, colocó junto al escaparate donde se exhibía el libro un cartel que decía «Léalo, si no le gusta le devuelvo su dinero». Y nadie volvió pidiendo un reembolso.
La verdad sobre el caso Harry Quebert es un librazo. Son pocas las novelas que te mantienen atento por más de seiscientas páginas para saber la verdad, y esta –¡bingo!– es una de ellas. Hay que ver la pluma de algunos escritores para dosificar el misterio, entregar las pistas adecuadamente y burlarse del lector con tantos giros de trama como se les dé la soberana gana. Esos escritores que al final de tanta tomada de pelo ni siquiera puedes detestar porque te han regalado una buena historia.
El libro viene recomendadísimo por distintos medios especializados a nivel mundial, y no es por nada. La novela trata sobre la muerte de Nola Kellergan en 1975, una joven que con apenas quince años desaparece una noche de agosto en la pequeña ciudad de Aurora. Treinta y algo años después, Harry Quebert, un afamado escritor, decide plantar flores en su jardín, y entre la tierra descubre los restos de la pequeña, con la antes de su desaparición tuvo una relación prohibida. Al ser acusado de asesinato, es arrestado y arriesga su vida en condenas. Aquí entra en acción Marcus Goldman, un escritor treintañero que en otro tiempo fue alumno de Quebert, entablando vínculos mucho más potentes que los comunes y corrientes entre alumno y profesor. Goldman hará lo imposible por salvar el pellejo de su viejo amigo, investigando por cuenta propia y descubriendo la oscuridad que ronda en una ciudad aparentemente tranquila, porque detrás de cada puerta cerrada hay un secreto, un indicio que lleva a nuevas teorías, y por ende, a nuevos sospechosos. Así se arma La verdad sobre el caso Harry Quebert, una novela de intrigas y suposiciones que profundiza en el lado más oscuro de nuestra psiquis.
Joël Dicker juega con el lector y las posibles teorías que se intuyen de la información proporcionada por la novela, dando giros cada un dos por tres, generando una adrenalina literaria que no da tiempo para descansar. Porque quieres seguir leyendo y descubrir la verdad sobre Harry y Nola, sobre los habitantes de Aurora, sobre los secretos que se desgastan ocultando. Los personajes son congruentes, y a pesar de ser un listado eterno de nombres, cada cual tiene su espacio en la novela y no hay cabida para confusiones. Cada historia y cada giro es verosímil y tiene un por qué.
La cubierta del la novela es parte de Portrait of Orleans, original de Edward Hopper, que a pesar de representar muy bien la atmósfera de Aurora en los ’70, no es una portada que ayude a sumar ventas –la cubierta de prueba que circula en internet es completamente negra y, a mi gusto, es una elección mucho más acertada para una novela de este calibre–. Fuera de las cuestionables decisiones editoriales, el libro está estructurado en 31 capítulos, que representan 31 consejos que Quebert entrega a Goldman sobre la escritura creativa, dinamizando la lectura de una historia entretenida, que no pasará desapercibida por quienes gocen de la literatura, sin importar edad ni si acostumbra o no a gozar con la lectura de best sellers.
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CITAS DEL LIBRO:
- La vida es una larga caída, Marcus. Lo más importante es saber caer.
- Y yo pensé que una estrella fugaz era una estrella muy bonita que tenía miedo de brillar, y huía lo más lejos posible. Un poco como yo.
- Intenta usted hablarme de amor, Marcus, pero el amor es complicado. El amor es algo muy complicado. Es a la vez la cosa más extraordinaria y la peor que puede pasar. Un día lo descubrirá. El amor puede hacer mucho daño. Así que no debe tener usted miedo de caer, y sobre todo de enamorarse, porque el amor también es muy hermoso, pero, como todo lo que es hermoso, deslumbra y daña los ojos. Por esa razón a menudo se llora después.
- Si los escritores son seres tan frágiles, Marcus, es porque pueden conocer dos clases de dolor afectivo, es decir, el doble que los seres humanos normales: las penas de amor y las penas de libro. Escribir un libro es como amar a alguien: puede ser muy doloroso.
- Quizás su destino no era ser escritor sino ser amado por esa joven fuera de lo común; ¿podía existir un destino más hermoso?
- No sé si los escritores son solitarios o es la soledad la que empuja a escribir.
- Su editor es a la vez su mujer y su jefe: sin él no es nada, pero no podrá evitar odiarlo.
- La observaba vivir. Vivir era tan importante.
- Las palabras son de todos, hasta que uno demuestra que es capaz de apropiarse de ellas. Eso es lo que define a un escritor. Y ya verá, Marcus, algunos querrán hacerle creer que un libro tiene relación con las palabras, pero es falso. Se trata de una relación con la gente.
- Los enamorados se separan y no se vuelven a encontrar, y así terminan las historias de amor.
- Escribir es permitir a sus lectores ver lo que a veces no pueden ver. Si sólo los huérfanos contasen historias de huérfanos, no llegaríamos a ninguna parte. Eso significaría que no podría usted hablar de madres, de padres, de perros o de pilotos de avión, ni de la Revolución Rusa, porque no es usted ni madre, ni padre, ni perro, ni piloto de avión y no ha conocido la Revolución Rusa. No es más que Marcus Goldman. Y si todos los escritores debieran limitarse a sí mismos, la literatura sería espantosamente triste y perdería todo su sentido. Tenemos derecho a hablar de todo, Marcus, de todo lo que nos conmueve. Y no existe nadie que pueda juzgarnos por eso. Somos escritores porque hacemos diferente una cosa que todo el mundo a nuestro alrededor sabe hacer: escribir. Ahí reside todo nuestro ingenio.
- Y en ese instante me di cuenta, gracias a esa chica de quince años, de que probablemente nunca había conocido el amor. Que seguramente mucha gente no había conocido nunca el amor. Que en el fondo se conformaban con buenos sentimientos, que se enterraban en la comodidad de una vida vulgar y que se perdían sensaciones maravillosas, que son probablemente las únicas que justifican la existencia.
- Después de los hombres, habrá otros hombres. Después de los libros, hay otros libros. Después de la gloria, hay otras glorias. Después del dinero, hay más dinero. Pero después del amor, Marcus, después del amor, no queda más que la sal de las lágrimas.
- La verdad no cambia nada de lo que puede uno sentir por otro. Es el gran drama de los sentimientos.
- Un buen libro, Marcus, es un libro que uno se arrepiente de terminar.