La semana en que se juntan los siglos – El Autor

La semana en que se juntan los siglosEl Autor ha provocado un fenómeno en cuanto a autoedición se refiere. Sus dos primeras novelas, también autoeditadas, no causaron ningún revuelo, dado que no pararon en otras manos que no fuesen de amigos, como suele pasar con este tipo de libros. Pero fue el año 2005, cuando el hallazgo de los restos de Diego Portales fue noticia, que el en ese entonces alumno del taller de Poli Délano, vio una oportunidad literaria interesante que presentó, a grandes líneas, frente a su profesor y compañeros. El refuerzo positivo y la motivación intrínseca hicieron sinergia en este hombre que, cinco años después, vio su sueño hecho realidad: La semana en que se juntan los siglos estaba en las librerías y se vendía como si fuese la última novela de Isabel Allende o Carla Guelfenbein.

Antes de comenzar con lo del seudónimo y el proceso creativo, quisiera hablar cuán importante me parece que el producto que se ofrezca sea de calidad. En este caso, La semana en que se juntan los siglos es un libro interesante, eso es incuestionable. No caeré en las comparaciones con Dan Brown, como muchos hacen, porque a mi gusto, tal aseveración no tiene pies ni cabeza. Por alguna razón -¿ansiedad, quizás? ¿plazos establecidos?- el autor se obligó a tener la novela en las librerías durante septiembre del año 2010, perdiendo así la posibilidad de contratos con tres casas editoriales, incluyendo Alfaguara. En retrospectiva su estrategia funcionó, el libro ha sido un best seller y estuvo muchísimas semanas entre los más vendidos en las librerías chilenas, pero cuando lo abrimos, nos encontramos con una cantidad inimaginable de errores por falta de edición que a veces cuesta creer que El Autor haya releído sus propias palabras luego de escribirlas. Puede que como lectores seamos solidarios con el hermano chileno que escribió un tremendo thriller, pero seamos rigurosos, la calidad del producto se ve disminuida por esas pequeñas cosas, como las palabras mal escritas, los sustantivos propios en minúsculas y, por supuesto, los problemas con la puntuación. Lo anterior afea la novela, provocando distracciones al momento de leer.

Dicho lo anterior -sin ningún afán de irme contra El Autor-, me pareció que La semana en que se juntan los siglos es una novela distinta a lo que estamos acostumbrados a leer de autores chilenos. La trama se centra en la semana en que se celebra el Bicentenario de Chile, en septiembre del 2010. Se anuncia que desaparecieron los restos de Bernardo O’ Higgins, y que, por si fuera poco, uno de los submarinos de Chile fue secuestrado. Además se revelará una red de galerías subterráneas en La Moneda. Durante más de quinientas hojas le seguimos la pista a Marcela Correa, una periodista que trabaja en La Moneda, quien intentará hilar y darle algo de coherencia al cuadro.

La novela está escrita de un modo cinematográfico, que favorece la transformación de las letras a vívidas imágenes, además de la constante utilización del lenguaje coloquial chileno para varios personajes -un experimento que no pasa desapercibido- y, más de algunas vez, para el mismo narrador. A mi gusto, la segunda línea argumental de los submarinos estuvo “un poquito” demás. No sentí que fuese un gran aporte, a diferencia de, por ejemplo, la memorable historia entre Pablo Sandoval y Pamela Hurtado -esta última uno de los mejores personajes maquinados por El Autor-.

Respecto al sobrenombre del autor, no es necesario decir la excelente estrategia de marketing que resultó ser. Por otro lado, cabe destacar que su objetivo, más allá de vender libros, recayó, por lo menos en un comienzo, en razones de salud: El Autor tuvo un infarto cerebral que lo obligó a evitar la exposición mediática.

La semana en que se juntan los siglos no es un libro que haya sido escrito con una pluma constante. El primer capítulo y los últimos tres o cuatro son muy similares en cuanto a adrenalina, pero a momentos se vuelve tedioso. Muy tedioso -sobre todo en las páginas asociadas al secuestro del submarino-. Esta es una opinión personal, por supuesto que para muchos puede ser un libro maravilloso. Lo que sí no quiero dejar de rescatar, es el logro de El Autor en cuanto a la autoedición se refiere -tomando como concepto de autoedición solo lo relacionado con impresión y distribución de su novela, ya comentamos respecto al texto como tal-. Me parece sencillamente genial que alguien tenga tanta fe en su proyecto como para hacer lo que El Autor hizo y sigue haciendo en las librerías. Por mí, que muchos más seamos como él, que tengamos fe en nuestras ideas y en las historias que sabemos somos capaces de contar, sin necesidad de querer ser un fenómeno editorial, sino que simplemente por querer contarlas. Lo demás, viene por añadidura.

CITAS DEL LIBRO:

  • Marcela lo intentó pero no contestó. Mientras reintentaba le pidió a Pablo un pisco sour, éste le dijo si se creía Madonna y fue a golpear la puerta de la sirvienta.
  • Marcela quedó estática y con una luna llena estampada en cada ojo. Seguía temblorosa y se pasó una mano por la cara para descorrer los cabellos empapados que habían cubierto su rostro, parecía la niña de la película El Aro. Luego, sollozó silente.
  • Ambos se habían sentado sobre el suelo mojado alrededor del agujero que unía dos siglos en apenas un metro. Claudio se cubría la cara con una mano y presionando sus sienes sin responder. Tenía sus dientes doloridos.