La importancia de las cosas – Marta Rivera de la Cruz

La importancia de las cosas… a pesar de haberlo leído hace ya una semana y algo, aún no logro digerirlo por completo. La historia se basa en la vida de Mario Menkell, un profesor universitario de escritura creativa que vive de las rentas de su único libro publicado, Lo que me contó Bernard M., novela basada en una historia que pasó de boca en boca en su familia y que tuvo un éxito aplastante bajo la pluma de Mario, quien tiene un departamento en arriendo hasta que el inquilino decide suicidarse. Es así, y dadas otras circunstancias del contexto profesional, que Mario se ve en la tarea de organizar las cosas dejadas por el difunto en su departamento junto a Beatriz, una compañera de trabajo a la que ama en secreto desde hace años y que, tras abandonar a su esposo, se ve en la obligación de ayudar a Mario para desocupar la vivienda y poder habitarla. Así las cosas, Mario y Beatriz se sumergen en el mundo de Fernando Montalvo -el suicida- a través de sus pertenencias, que no dejan de ser inquietantes.

La historia es interesante, pero a mi gusto no tanto como lo puede ser Lo que me contó Bernard M. La historia se va desarrollando de modo un tanto predecible que a ratos aburre. Entendemos el por qué del suicidio de Montalvo y es esta historia mucho más atractiva que lo que va sucediendo con Mario y Beatriz y sus descubrimientos a medida que pasamos las páginas. Cabe destacar el personaje del director de la universidad, así como también el del alumno que hará lo que sea para que Menkell no abandone el establecimiento educacional porque solo en él ve la opción de entrar al mundo de las letras.

Marta Rivera de la Cruz nos trae una historia interesante, que va perdiendo puntos por la falta del factor sorpresa y el exceso de un español coloquial que le da un knock out al lector no español -no digo que sea imposible entender a lo que se refiere por el contexto de la historia, pero sin lugar a dudas cierra puertas a un grupo más amplio de lectores-. Es una novela de fácil lectura que no provoca mayores cuestionamientos, quizás por la falta de profundidad en algunas ideas planteadas que, bajo otro enfoque, hubiesen flipado, perdonando la expresión.

CITAS DEL LIBRO:

  • Pero en aquella cafetería había hombres y mujeres, casi todos en la treintena, agradablemente vestidos, de aspecto pacífico y actitud correcta, que charlaban entre ellos o disfrutaban de un café en solitario sin dar la lúgubre impresión de ser víctimas de la incomunicación y el aislamiento: no estaban solos, sino consigo mismos, y esa visión era amable y esperanzadora, porque enviaba señales de la existencia de una vida bien armada como la que a Mario Menkell le hubiese gustado vivir.
  • Mario Menkell no ignoraba que al otro lado de la puerta, sólo a unos cuantos pasos de su sala de estar, había un mundo distinto que le era ajeno. Un mundo poblado por seres diferentes, que se buscaban los unos a los otros, que se emparejaban, que se agrupaban, que compartían la felicidad y la desdicha, las decepciones, los anhelos, las frustraciones, las expectativas cumplidas o no. La vida, en fin.
  • Mario Menkell no podía imaginar que Beatriz lloraba porque la risa había agitado en ella un fugaz soplo de la dicha que llevaba años sin experimentar. Intentó recordar cuándo había sido la última vez que se había sentido así y no lo recordó, quizá porque fue en la adolescencia, en la infancia, cuando la vida no podía volverse amenazante ni cruel, cuando nadie pensaba en la enfermedad, en el abandono, en el dolor, en las dudas, en la soledad, en el miedo.
  • Ella ladeó la cabeza y lo miró sonriendo. No le dijo lo que pensaba: que a los veinte años el mundo puede venirse abajo por las cosas más absurdas, que la tristeza, y la desesperanza y la angustia no duran eternamente, que todo se supera y que, visto con la distancia de la edad, aquello que nos destrozó el corazón se vuelve pequeño y estúpido, a veces hasta mezquino.