La delicadeza – David Foenkinos

Siento que quedo corto de palabras al hablar sobre La delicadeza, también conocida como la novela de los diez premios. Creo que el comentario/elogio de Fréderic Beigbeder, de Le Monde, inserto en una de las solapas del libro, refleja la naturaleza de la historia planteada por Foenkinos.

“Una novela deliciosa, llena de humor y fantasía, que hace justicia a su título. Delicadeza de personajes, cincelados con finura, delicadeza en el análisis de sentimientos, delicadeza en la escritura, siempre ligera y elegante… El autor expresa con una gracia insólita las intermitencias del corazón, cómo el encanto y la poesía se encuentran dentro de los hombres más normales… Es irresistiblemente divertido cuando evoca la vida de empresa, sus códigos y rumores”.

Este es uno de esos libros que compras con expectativas, y no solo por la cantidad de premios que ha ganado, sino que también por su recepción por parte de la crítica y los lectores en general.

Foenkinos nos presenta la historia de Nathalie, una mujer recién casada y con esa esperanza de un porvenir provechoso de un modo que podría clasificarse como casi mágico, en un estilo similar a Amelie. Todo cambia cuando su esposo muere atropellado por Charlotte, una florista que modifica el destino de una serie de personas con la muerte de François, esposo en vida de Nathalie.

Vemos entonces un cambio en el modo de ver las cosas de la protagonista, donde la magia desaparece casi por completo hasta que, sorpresa, aparece Markus en la escena, un hombre excéntrico que ayudará a Nathalie a retomar las ganas de vivir.

La delicadeza es una obra sorprendente, no solo por la construcción de los personajes, que como ya mencionó Beigbeder, es delicadamente cincelada, sino que también por los aportes externos a la historia central que brindan soporte al hilo de la trama. Es así que vemos una posible discografía de John Lennon en caso de no haber muerto, escenas como si fuesen guiones de cine, recetas, definiciones de diccionarios y letras de canciones, entre una infinidad de agregados que no hacen más que sazonar y enriquecer la obra de Foenkinos. Una obra delicada, bien narrada y llena de ese je ne se quoi que enamora y encandila.

CITAS DEL LIBRO:

  • Sí, estaban solos en el torbellino de la música y los valses. Hay que dar vueltas sin parar, decía él, dar vueltas hasta que no sepas adónde ir. Ella ya no pensaba en nada. Por primera vez, vivían la vida en su densidad única y total: la del momento presente.
  • Le impresionó especialmente ver el señalador. El libro quedaba dividido en dos; la primera parte la había leído mientras aún vivía François. Y, en la página 321, François había muerto. ¿Qué hay que hacer en esos casos? ¿Puede alguien proseguir la lectura de un libro interrumpido por la muerte de su marido?
  • A veces entraba en una iglesia, y eso que no era creyente. Y eso que estaba segura de no creer ya nunca más en su vida. Le costaba entender a quienes se refugian en la religión, le costaba entender que se pudiera tener fe después de haber vivido una tragedia. Sin embargo, sentada en mitad de los bancos vacíos, en plena tarde, el lugar le ofrecía algo de consuelo.
  • Las historias de amor suelen ser amorales.
  • Hay en el duelo una fuerza contradictoria, una fuerza absoluta que lo propulsa a uno tanto hacia la necesidad de cambio como hacia la tentación morbosa de la fidelidad al pasado.
  • Abrió por fin la puerta de su apartamento, y su salón se le antojó muy pequeño comparado con sus ganas de vivir.
  • Al final, cabe preguntarse si la casualidad existe de verdad. ¿Quizá todas las personas con las que nos cruzamos recorren nuestro perímetro con la esperanza incesante de cruzarse con nosotros? Pensándolo bien, es cierto que a menudo parecen jadeantes.
  • El sentimiento amoroso es el que más culpabilidad provoca. Se puede llegar a pensar que uno tiene la culpa de todas las heridas del otro. Se puede llegar a pensar, siempre en esa locura, en un arrebato casi demiúrgico, que se es el núcleo mismo del corazón del otro.