El revés del alma – Carla Guelfenbein

El revés del almaLa primera novela de Carla Guelfenbein, El revés del alma. Ya hemos reseñado las que le siguen: La mujer de mi vida, El resto es silencio y Nadar desnudas, por lo que no nos sorprende la pluma precisa y llena de imágenes de la autora. Llama la atención, eso sí, que desde su ópera prima desarrolle en sus personajes emociones reales, fracturas de vida que para muchos no pasan de la cotidianidad, pero que están ahí, a la vista de todos, esperando manifestarse.

Ana regresa a Chile después de una veintena de años alejada de su patria, convertida en una fotógrafa de renombre a nivel mundial. Aquí se encuentra con Daniela, su sobrina bulímica, que la acompañará en su viaje para llevar a cabo los encargos fotográficos que la traen de regreso. En el intertanto, tendrá que saber lidiar también con Cata, la madre de Daniela, una mujer que vive presa de su sentido de responsabilidad y del qué dirán. Bajo estas tres voces se compone El revés del alma, una novela exquisita, llena de imágenes provocadoras que humanizan el retrato de la mujer contemporánea. Ana huye de su relación con Jeremy, un atractivo científico inglés, y también de Elinor, su excéntrica amante. Daniela huye de su fracaso profesional, de su historia de amor superficial y de las carencias que la hacen atiborrarse de comida. Su madre, Cata, huye de sí misma, de la represión que la sumerge en un mundo de caretas y cinismo, donde no hay día que no sea igual al anterior. Mujeres que huyen, que se ven al espejo día tras día, hasta que llega el momento en que se miran hacia dentro, hacia el alma misma, y es ahí cuando se descubren y entienden lo que son y lo que necesitan.

Carla Guelfenbein se presenta ante el mundo con una primera novela llena de lirismo, pero no mediante una historia efectista, todo lo contrario. Su prosa bien cuidada ilustra la elegancia y la evolución que irá perfeccionando con el pasar de los años a través de sus otras novelas. El revés del alma es un libro cargado de emociones, de lo que hace al ser humano ser humano: de dolor, confusión, carencias. De alma, a fin de cuentas. Un imperdible de la literatura contemporánea chilena.

CITAS DEL LIBRO:Carla Guelfenbein

  • Recuerda también a Horacio, el secretario de su padre. Cómo olvidarlo. Con su terno de paño gris un poco gastado y ese cuerpo hecho para las grandes películas de Hollywood. No entendía cómo tanta belleza y perfección podían estar al servicio de su soporífero padre. Horacio tenía una parquedad poco usual en un joven de su edad. La saludaba apenas y luego continuaba su camino; muchas veces ella hacía como si no lo hubiera visto, o lo saludaba con un gesto mínimo de la cabeza, manteniendo así el engaño de una indiferencia perfecta. Horacio le producía inquietud y curiosidad. Era un deseo ficticiamente provocado, pues la idea del deseo antecedía al deseo mismo de conocerlo y tocarlo.
  • Ana me mira con sus ojos límpidos y ríe. Y no es que no le importe o al menos eso creo, solo que lanza mi secreto al canasto de los juegos, de los actos que hacen la vida más divertida. Hay incluso deleite en su expresión, como si al revelarle ese recodo oscuro de mi ser, ella estuviera viéndome por primera vez.
  • Muchas veces he pagado las consecuencias por esa costumbre mía de redimirme a un instinto o a un impulso, pero sé que otros, la mayoría, por dudar, por limitarse a mirar la vida desde la acera, pagan aún más.
  • ¿Sabes? Yo siempre había despreciado a esas personas que se ponen a contarte su intimidad de buenas y primeras. Que el marido ya no las toca, o que su terapeuta es un pirómano, o te hacen el relato minucioso de la primera vez que tuvieron un orgasmo. Patético, de veras. Pero hace bien abrir las compuertas y dejar salir un poco esa mierda que tenemos en el coco. Yo no lo había intentado nunca. Y ahora me doy cuenta, Daniela, de que en esa categórica discreción, de la cual me he sentido siempre tan orgullosa, hay un trasfondo de soberbia.
  • Pensé entonces en ese sentimiento que me acompaña desde hace ya algunos años, esa noción de que todos estamos de paso por un corto e irrepetible lapso de tiempo, y sin embargo, nos pasamos la vida pataleando desenfrenados para lograr objetivos que una vez alcanzados no significan gran cosa.
  • Una vez traspuesto el límite del buen comportamiento, de lo permitido y de lo sensato, el horizonte volvía a abrirse ante mis ojos, cegándome con su fosforescencia recuperada. No valía la pena pretender otra cosa. Era allí donde pertenecía. Sentí supongo lo que deben sentir los homosexuales cuando finalmente abandonan el clóset, y no sin dolor se despojan de esa piel de cordero que les ha sido útil, pero que ya no les sirve, y se quedan desnudos, indefensos muchas veces, aunque con la certeza de que una vez al otro lado ya todo es posible.
  • Ana siente ganas de decirle que la quiere, pero se contiene. Al fin y al cabo se está mejor sin llegar a declarar esas cosas que después de dichas quedan flotando en el aire sin uno saber qué hacer con ellas.
  • Siempre uno tiene esa ilusión de que la vida está en otra parte, en un lugar inaccesible. No se saca nada con andar buscándola por ahí, porque la vida es esto.
  • Siempre es lo mismo, vuelve a decirse Ana. Idénticos motivos, idénticas carencias. Y aunque al vivirla nos sintamos únicos en el mundo, es la misma historia que se repite, solo que de diferentes formas. Como en aquellos laberintos de espejos donde al entrar uno se alarga, se ensancha, se agiganta, se encoge, pero al salir, se sigue siendo el mismo. Es tal vez la noción de lo predecible la que genera ese deseo de transformarse, aunque ilusoriamente, en un ser diferente y único. Y lo más irrisorio es que, al iniciar ese viaje de espejismos, en apariencia tan personal y exclusivo, uno no se da cuenta de que en el espejo de al lado está el vecino haciendo exactamente lo mismo.