El pantano de las mariposas – Federico Axat

El pantano de las mariposasSin lugar a dudas uno de los mejores libros que he leído. No puedo decir otra cosa, no hay adjetivo que alcance a dimensionar lo que El Pantano de las Mariposas generó en mí como lector. Me lo devoré como si fuese el mejor pastel que haya probado. Un libro delicioso, bien pensado. Cuál capa fue más rica e interesante que las otras.

Sam perdió a su madre en un accidente automovilístico cuando apenas tenía un año de edad y su cuerpo nunca fue encontrado. Vive en la granja de los Carroll, un hogar que acoge a más de quince niños de distintas edades, entre los que se encuentra Orson, un matón dispuesto a hacerle la vida imposible. Sam disfruta de las incursiones por el bosque con su amigo Billy, y desde la copa de un árbol, espía a diario a Miranda Matherson, una chica rica recién llegada de la ciudad, por la cual siente una profunda atracción. Viven en Carnival Falls, un pequeño poblado situado en el centro de Nueva Inglaterra, en Estados Unidos, donde han habido avistamientos de ovnis y, según señala Philip Banks, estudioso en la materia y catalogado como loco por muchos, también encuentros con extraterrestres.

Bajo este contexto se desarrolla El Pantano de las Mariposas, una novela excepcional, que sabe conjugar cientos de acertijos y mantener al lector al borde del asiento de principio a fin. Una novela de cuestionamientos: ¿Qué pasó con el cuerpo de la madre de Sam? ¿Qué se trae entre manos el padre de Miranda? ¿Por qué Orson guarda tanto resentimiento? ¿Son reales las pruebas de vida extraterrestre de Philip Banks? ¿Cómo se conectan todas estas historias? Porque conexiones hay, créame el lector, y todas las preguntas que se plantean a lo largo de la novela nos carcomen hasta descubrir la respuestas. Axat sabe mover las piezas de su rompecabezas de modo magistral –sí, magistral, no es otra la palabra– y nos deja con el aire contenido en los pulmones capítulo a capítulo. Novela de misterios, policial, thriller, drama, me da lo mismo como la cataloguen las editoriales o librerías, para mí entra en la categoría de las novelas inolvidables, esas que se quedan contigo, las que merecen una pausa una vez que las terminas para procesarlas. Una novela que te deja a sus personajes. Les prometo, los sientes contigo –también está la alternativa que me esté volviendo loco–. Vas con ellos a la aventura, te ríes con sus bromas, sufres con sus penas. Lo mejor y lo más importante: vuelves a ser niño con ellos. Porque Sam, Bill y Miranda son unos niños de doce años tan, pero tan bien logrados por la pluma de Axat que no son personajes, son personas. Están ahí, los ves. ¿No es eso lo que logran los buenos escritores? ¿Transportarte a otros mundos? Entonces Axat –¡bravo, bravo, bravo!– cae en esta categoría de lo más holgado, hasta riéndose. Y yo tengo que agregar Carnival Falls a mi TripAdvisor, por lo demás.

La novela se desarrolla en dos tiempos: en la infancia de Sam, en la granja, y cuando, varios años después, ya es una persona adulta y puede ver los acontecimientos con cierta distancia emocional. Axat logra que ambos tiempos se combinen a la perfección, que cada momento de la historia esté narrado de forma adecuada, con humor, con intensidad. Con intensión. Las anécdotas que viven los protagonistas son muy visuales, y cada capítulo es como una porción de tu pastel favorito –escoja el lector su sabor–. Adictivo, y delicioso. Insisto que los calificativos en este caso no me ayudan a hacer justicia. Con una prosa cuidada en cada término utilizado, el autor nos adentra en el mundo de los niños, este universo infantil para nadie desconocido –eso sí, para muchos ya olvidado–, en sus modos de pensar, de conseguir lo que quieren. Los hilos que mueven la historia se desarrollan tan bien, de modos convincentes y a veces tan imperceptibles, que es un gozo descubrir cada giro de la trama –¡incluso en el Epílogo!–. Porque te hace pensar, te hace reír, te hace sufrir. Es la vida, es un libro sobre la vida. Sobre lo que implica ser niño y transformarse en adulto.

Misterios, romance, drama, conflictos. El Pantano de las Mariposas es, para mí, el libro del año. El que pueda comprarlo, hágalo ya. Luego comenta si le gustó o si efectivamente me estoy volviendo loco. Por el momento agradezco al autor por crear un universo tan rico y encantador, de esos que enamoran y se quedan con uno, que te producen un calorcito en el alma. Como ya dije. El Pantano de las Mariposas se va a los libros inolvidables. No hay más. Es la historia del año.

CITAS DEL LIBRO:Federico Axat

  • Desde el día en que la vi, de pie junto a ese coche reluciente, cada instante que la observé caminando por los jardines, detrás del cortinado de su habitación o en el invernadero, donde tomaba clases particulares, fueron tesoros que guardé celosamente. Memoricé sus vestidos, peinados, gestos, e imaginé su voz, sus juegos favoritos y todo aquello que la distancia no me permitía saber de primera mano.
  • Las plantas son bellas en estado natural. Cortarlas todo el tiempo es como vestir a las mascotas; y no necesito decirte lo estúpido que considero vestir a las mascotas.
  • No era un jardín muy grande, pero atravesar sus treinta metros podía ser una aventura emocionante, porque Collette lo utilizaba además como museo tecnológico: había una nevera, una lavadora y un lavavajillas del que las plantas trepadoras se habían apropiado.
  • Katie se acomodó el vestido largo y se cruzó de piernas. Reparé en su cintura de muñeca, que a pesar de la posición no se había hinchado ni un centímetro. Sus pechos llenaban el escote de un modo delicioso. Intenté apartar mis ojos de ella, pero durante un instante no pude. Su belleza despreocupada resultaba magnética.
  • Mathilda tenía la diabólica capacidad de picar en las heridas con su aguijón de escorpión. Nunca lo aceptaría en voz alta ante nadie, ni siquiera ante Billy, pero esa niña parecía capaz de leer la mente. A veces, sus frases, cargadas de ironía como gusanos apestosos, daban en el blanco con precisión quirúrgica.
  • Hacía apenas unos segundos que compartíamos aquella mesa y ya hablábamos con la misma fluidez y confianza de siempre. A veces tenía la sensación de que sin importar el rumbo que tomaran nuestras vidas, siempre existiría un lazo entre Billy y yo; pero luego venían esos nefastos períodos de silencio, que, si bien no eran prolongados ni frecuentes, yo muchas veces los sobredimensionaba, y sacudían las bases de nuestra amistad haciendo tambalear mis convicciones.
  • Al escuchar el nombre de Miranda en labios de Billy experimenté un ramalazo concentrado de los celos que me habían invadido antes, sólo que ahora se presentaron todos juntos y el efecto fue el de un pinchazo intenso. Me enderecé en el banco y cambié de posición para disimular mi malestar. Me senté de costado.
  • Me volví y reparé en la vestimenta de Miranda: llevaba unos pantalones monísimos color caqui y una camiseta negra con un estampado de la Pitufina. La camiseta no era muy ceñida, pero aun así advertí la existencia de dos pechos florecientes. No eran como las bombas de Mathilda, pero allí estaban.
  • A pesar de que el envase describió una parábola perfecta, el tiro me tomó por sorpresa y apenas atiné a colocar las manos frente a mi rostro, como un vampiro que intenta protegerse de un crucifijo, y el aerosol rebotó en ellas y cayó. Lo cogí con un gruñido de desagrado.
  • Entonces supe que lo de mi amigo y Miranda iba muy en serio. Si Billy hacía por ella sacrificios en su dieta alimenticia —claramente uno de los puntos no negociables entre él y la humanidad—, estaba dispuesto a hacerlos con casi cualquier cosa.
  • Entonces, Miranda hizo algo totalmente inesperado. Rodeó la caja de música y avanzó de rodillas hasta mí. Me abrazó con fuerza. Por un instante no pude gobernar mis brazos, que caían laxos como si pesaran mil kilos cada uno.
  • Había desaparecido ese velo mágico que hacía que pudiéramos decirnos casi cualquier cosa, mirarnos a los ojos y abrir nuestros corazones; dejamos la niñez atrás como la piel de una serpiente, y la pubertad nos arrebató la frescura de la verdad.