El cumpleaños secreto – Kate Morton
Reflexionar sobre las novelas de Kate Morton es un verdadero placer. Hace ya bastante tiempo que estaba anunciado su retorno a las librerías de España y Latinoamérica con El cumpleaños secreto (The Secret Keeper, originalmente), un libro que no deja de sorprender y, por supuesto, está a la altura de este nuevo género creado por la autora, mezcla de novela de sentimientos y misterios. En su nueva historia, vemos a una Morton más madura y atrevida con la pluma, lo que cautiva desde las primeras líneas por combinar su ya clásico estilo y ritmo con giros y personalidades que brindan dinamismo a la línea argumental del texto. Es así que nuevamente nos vemos sumergidos en un drama de época, específicamente en el Londres de la Segunda Guerra Mundial. Y aquí el primer acierto de la autora: la imagen de esta ciudad en penumbras es tan vívida que la entendemos como un personaje más dentro de la historia, que, como cualquier otro, también tiene cientos de aristas que mostrar. Con esto me refiero a que, a pesar de que la ciudad está siendo bombardeada, la autora la dota de belleza, sensualidad y diversión, jugando con esta ambivalencia entre la vida y la muerte, lo bueno y lo malo de la vida en una ciudad llena de peligros. Porque puedes pasar la noche en el mejor club de Londres, escuchando la mejor música de la época y disfrutando como si fuese la última noche de tu vida, porque efectivamente puede serlo, puede caer una bomba allí mismo, en cualquier momento, y terminar contigo y con todo lo que conoces como propio. Es esa realidad, tan burda planteada en mis palabras -pido disculpas al lector- la que Morton logra con majestuosidad, siendo no menos que arriesgado, y provocando en el lector un efecto sorprendente.
El cumpleaños secreto es una saga familiar que comienza con la celebración del cumpleaños de Gerald, el más pequeño de la familia Nicholson, en su casa de campo de Suffolk. Laurel, su hermana adolescente, se pasa el tiempo fantaseando en su casa del árbol, desde donde es testigo de un crimen horroroso que comete su madre contra un desconocido, y que cuarenta años después, a raíz de una fotografía y uno que otro desvarío de Dorothy, la madre enferma y convaleciente de Laurel, volverá para penarle y obligarle a ser resuelto. Es así que la novela se estructura en diferentes tiempos, haciendo que presente y pasado se conjuguen y Laurel, nuestra protagonista, no descanse hasta hacer calzar todas y cada una de las pistas con las que se va haciendo en el camino. Dorothy, Vivien y Jimmy son tres personas que, viniendo de mundos muy distintos, vivirán la Segunda Guerra Mundial desde una perspectiva que no hará menos que unirlos, por supuesto, de tal modo que el actuar de cada quién tendrá consecuencias en la vida de los demás, dejando cicatrices imborrables que repercutirán décadas después.
El cumpleaños secreto es una novela que marca un salto en la carrera de Morton. Si bien es cierto que El jardín olvidado ha sido su mayor éxito, tanto a nivel comercial y como de críticas, es en esta, su nueva novela, donde la psiquis de los personajes se vuelve protagonista, explotándose una infinidad de nuevas posibilidades literarias que se conjugan con las ya consabidas y siempre bien ponderadas historias de amor, secretos y traiciones en períodos de guerra. El cumpleaños secreto toma el testigo de El jardín olvidado y corre como no lo hicieron La casa de Riverton ni Las horas distantes -que, a pesar de que para mí son unos libros maravillosos, no han conseguido el mismo efecto de El jardín…-, llegando a la meta, me atrevo a decir, casi al mismo tiempo que la obra maestra de Morton. Porque El cumpleaños secreto es interesante, misterioso y envolvente; mezcla de sentimientos, de humanidad, de lo que hace a Kate Morton una de las mejores novelistas de misterio contemporáneas, de ese saber dosificar información, del saber que está lidiando con un lector inteligente con el que puede jugar y al que no necesariamente debe entregarle todo en bandeja de plata. Es una novela de misterios, secretos y sentimientos, como todas las de Morton, pero en particular, es una novela de redención y perdón.
Una historia de teatro, farsas y giros inesperados que lees línea a línea, lentamente, aunque las ganas te desesperen por terminarla, porque tienes que disfrutarla, porque sabes que Morton no sacara una nueva novela en al menos un par de años y es esta tu única oportunidad de gozar una de sus novelas por primera vez nuevamente. Definitivamente Kate Morton se consagra como la autora del momento, siendo no solo capaz de crear una serie de best sellers, sino también de hacernos viajar en el tiempo y de recobrar una magia que creíamos abandonada en los clásicos. En Kate Morton veo una escritora lúcida, de una imaginación inigualable y a la que siento las palabras no le hacen justicia. Solo espero que no pierda su interés por narrar historias y pronto tengamos noticias de una nueva historia por venir, porque ahora que la hemos descubierto, no la dejaremos ir.
CITAS DEL LIBRO:
- En vez de ello, sus pensamientos se centraron en esas noches recientes en que lograba alejarse con sigilo de sus hermanos, cuando salía al atardecer, con una radio oculta bajo la blusa, y subía con el corazón desbocado a la casa del árbol. Ahí, sola, se apresuraba a sintonizar Radio Luxemburgo y se recostaba en la oscuridad, dejando que la música la envolviese. Y a medida que se iba adentrando en el aire inmóvil del campo, cubriendo ese paisaje antiguo con las canciones más modernas, a Laurel se le erizaba la piel con la sublime intoxicación de saberse parte de algo inmenso: una conspiración mundial, un secreto grupal. Una nueva generación de jóvenes, todos a la escucha en este preciso instante, sabedores de que la vida, el mundo, el futuro estaban ahí, esperándolos…
- Fue ese resplandor plateado y líquido lo que Laurel recordaría para siempre. La manera en que la luz del sol se reflejó en el filo de metal y la breve e intensa belleza del momento.
- De repente, Laurel pensó que cada ausencia de su vida, cada pérdida y tristeza, cada pesadilla en la oscuridad, cada melancolía inexplicable adoptaba la forma tenebrosa de esa pregunta sin respuesta que la acompañaba desde que tenía dieciséis años: el secreto nunca mencionado de su madre.
- Procedían de lados opuestos de la ciudad, pero no eran tan diferentes, no en lo que importaba, no en lo que sentían el uno por el otro.
- ¿Qué te ocurre? -dijo Lady Gwendolyn, cuya boca, tan pequeña, se quedó abierta de par en par, muestra de la impresión recibida, como si Dolly se hubiese quitado la ropa y empezase a bailar por la habitación.
- Dolly llegó, sin palabras, rodeada de perfume. Jimmy quiso ser ingenioso, quiso ser sofisticado, quiso decirle que ella era la perfección en persona, la única mujer del mundo a la que podría amar. Quería decir la palabra justa que permitiese salvar esa horrenda nueva distancia que se abría entre ellos de una vez y para siempre (…). Todo se juntó para aturdirlo, y las palabras no salieron. Atinó a sonreír a medias y luego, sin pensárselo dos veces, la agarró del pelo y la besó.
- Se oían enormes estallidos que retumbaban en la distancia, los cañones antiaéreos que replicaban como podían; pero en lo alto las estrellas seguían centelleando por todo lo que valía la pena. Eran como Jimmy, comprendió, fieles, perseverantes, algo en lo que confiar para toda la vida.
- Pensó en cómo se incorporó más tarde, incapaz de dormir debido a la certeza dichosa de que una joven como ella estaba enamorada de él, cómo supo, al verla dormida, que la amaría durante toda su vida, y que se harían viejos juntos, sentados en unos cómodos sillones en su casa, los hijos ya adultos y lejos, y se turnarían para preparar el té.
- Tal vez todos los niños cayesen presos, de un modo u otro, del pasado de sus padres.
- Vivien pensó qué feos podían ser los adultos, qué débiles. Tan acostumbrados a conseguir lo que querían que no sabían nada acerca de ser valientes.
- Por cierto, ¿no te parece extraordinario, Katy, que el mundo se enzarce en esta locura llamada guerra y, al mismo tiempo, las flores, las abejas y las estaciones sigan su curso, sabias, sin cansase de esperar a que la humanidad recapacite y recuerde lo bella que es la vida?
- Ya no soy una niña. soy una mujer, y quiero cosas, cosas que no voy a tener; pero es humano, ¿o acaso no lo es?, anhelar lo que nos está prohibido.
- Dorothy suspiró, pero la brisa nocturna del mar atrapó el suspiro y se lo llevó en silencio.
- Estaban bailando, bailando de verdad, como en una película, con las manos entrelazadas, y los zapatos se deslizaban y mamá daba vueltas bajo el brazo de papá. Las mejillas de mamá estaban sonrosadas y sus risos parecían más sueltos de lo normal, el tirante del vestido color perla había resbalado un poco por un hombro, y Laurel, a sus nueve años, supo que nunca volvería a ver a nadie tan hermoso aunque viviese cien años.