Cincuenta sombras de Grey – E.L. James
La trilogía Cincuenta sombras ha causado sensación alrededor del mundo, sobre todo en el público femenino. Cuando llegó a Chile el primer tomo de la saga, Cincuenta sombras de Grey, hace poco menos de un mes, fue con bombos y platillos y con un lugar preferencial en las estanterías de las principales librerías del país. Pocas reseñas leí antes de comprar un ejemplar y, siendo sincero, ninguna crítica, fuera de las que vienen en la contratapa, esas que te dicen: llévame, soy absolutamente apetecible.
La historia es floja y se centra en la vida de Anastasia Steele, una joven que está terminando sus estudios universitarios y que vive con su mejor amiga, la cual le pide que entreviste a un magnate para la revista de la universidad. Y bueno, de ahí surge todo. Ana conoce a Christian Grey, este joven multimillonario de gustos excéntricos, y cae embobada a sus pies. Grey le dice una y mil veces que no es bueno para ella, pero la muchacha insiste e insiste y al final entendemos que el hombre no está bien de la cabeza, que por experiencias de la infancia y otros hechos no explicados en este tomo, necesita ser controlador y tener el poder sobre todos a su alrededor, pero más aún sobre las mujeres. Es así que comienzan una relación sadomasoquista, donde Christian es el amo y Anastasia su sumisa. Ella asume el rol, frustrada por comprender que si no lo hace, no puede tener nada de este hombre. Él, a su vez, comienza a sentir cosas por Ana que nunca sintió por ninguna de sus mujeres objeto. El libro narra este tira y afloja de frustraciones, donde ambos protagonistas necesitan más de lo que reciben del otro. Ana quiere una relación convencional, lo cual es imposible con Grey, pero no quiere dejarlo por los sentimientos que los atan. Grey, a su vez, necesita sentirse amo de Ana, castigarla e inflingirle dolor -en el sentido literal de la palabra-, a pesar de saber que no es una relación sana, sobre todo porque Ana necesita más y él quiere darle ese más, pero se le hace difícil porque nunca ha entregado más que placer y dolor. Así nos pasamos las quinientas páginas del libro, donde E.L. James narra con lujo de detalle unas escenas eróticas que siempre terminan igual y no dejan nada a la imaginación. Lo que sí reconozco, es que empaticé con Ana cada vez que entraba al cuarto rojo del dolor, sin saber a que “tortura” la sometería Christian y si ella sería capaz de soportarla, pero como siempre terminaban igual, a fin de cuenta perdía la gracia.
Creo que la gran reflexión de este texto surge aquí, en lo que sucede cuando no somos capaces de renunciar a una relación poco saludable por la obnubilación. ¿Hasta qué punto renunciamos a nuestra esencia por el otro? Ana renuncia a si misma, a sus sueños de tener una vida en pareja normal para estar con Grey. ¿Cuánto daño somos capaces de soportar hasta decir “ya no quiero más, esto no me hace bien”?
Digo que la historia es floja porque no se profundiza en las relaciones de los personajes. Entiendo que la historia es de Anastasia y Christian, pero cada vez que Ana compartía con su madre o sus amigos, la autora en un par de líneas y un espaciado doble nos sacaba de la escena para volver a Ana y su señor Grey, que a fin de cuenta también deja de parecer una relación del todo realista, porque vamos, ella quiere más de él, pero en ningún momento de la novela se nos permite entrar en ese mundo interno donde vivimos el enamoramiento que tanto se plantea Ana, sino que solo la carnalidad de los actos sexuales y el deseo contenido. Si esto -el profundizar en el mundo de Anastasia, tanto interno como externo- hubiese sido tan bien plasmado como las escenas de sexo y sadismo, se le hubiese sacado un provecho enorme a esta novela.
Cincuenta sombras de Grey es un libro de fácil lectura a pesar de sus quinientas páginas, aunque me siguen asombrando los errores en las traducciones -es como si las editoriales sacaran a la rápida los best sellers, sin darse tiempo para correcciones o segundas lecturas-. Hubiese sido agradable leer menos “rubores”, menos “ceños fruncidos” y menos “madre mía” -y aquí seré lapidario, hay 105 “madre mía” en la novela, un verdadero abuso del lenguaje-. Lo importante es que Cincuenta sombras de Grey entretiene, pero no cautiva ni queda en la memoria, como te venden en la contraportada, a no ser que saques ideas que quieras materializar en el cuarto con alguien dispuesto a experimentar. A pesar que falta el desarrollo de muchas relaciones e ideas dentro del texto, me quedan dos volúmenes por delante que, espero, hagan que me retracte de algunos comentarios. Tengo fe en que la historia va a mejorar. Por lo menos sé que me va a entretener continuar leyendo sobre este querer más y no saber darlo, así como de este no saber renunciar a lo que nos hace daño. El que esté libre de pecado, que lance la primera piedra.
CITAS DEL LIBRO
- Me mira fijamente a los ojos, y por un momento, o quizá durante una eternidad, le sostengo la mirada inquieta y ardiente, pero al final centro la atención en su bonita boca. Y por primera vez en veintiún años quiero que me besen. Quiero sentir su boca en la mía.
- ¡Madre mía! Grito, y el mundo se desmorona y desaparece de mi vista mientras la fuerza de mi clímax lo anula y lo vacía todo.
- Más —repite en voz baja, como si estuviera sopesando la palabra, una palabra corta y sencilla, pero demasiado cargada de promesas. Me pasa el pulgar por el labio inferior—. Quieres flores y corazones.
- Estoy atrapada. Lo tengo por todas partes, envolviéndome, casi asfixiándome. Pero también es una delicia: este es mi poder, esto es lo que le puedo hacer, y me produce una sensación hedonista, triunfante.
- Empieza a tocar lenta, pausadamente. Noto el movimiento de sus manos en el hombro en el que me apoyo, y cierro los ojos. Las notas tristes y conmovedoras nos envuelven poco a poco y resuenan en las paredes. Es una pieza de asombrosa belleza, más triste aún que la de Chopin; me dejo llevar por la hermosura del lamento. En cierta medida, refleja cómo me siento. El hondo y punzante anhelo que siento de conocer mejor a este hombre extraordinario, de intentar comprender su tristeza.
- El mayor de mis temores se ha hecho realidad. Y, por extraño que parezca, lo encuentro liberador.