Lágrimas en la lluvia, Rosa Montero
No se puede acusar a Rosa Montero (España, 1951) de ser una escritora reiterativa. Por el contrario, se trata de una autora curiosa, inquieta, siempre dispuesta a sorprender a sus lectores. Además de frecuentar diversos géneros (novela, cuento, crónica, reportaje, artículo, relato para niños), Montero escribe libros muy distintos entre sí: de La hija del caníbal (1997), una novela ubicada en la actualidad, cuya narradora cuenta mentiras que luego revela como tales, de modo que se vuelve poco confiable, y en la que la propia Montero aparece mencionada como una novelista de raza negra, pasa, luego de Amantes y enemigos (1998) y El corazón del tártaro (2001), al estupendo híbrido de novela, autobiografía y ensayo que es La loca de la casa (2003), y luego brinca a la soberbia novela ambientada en la Edad Media Historia del Rey Transparente(2005), para después volver a la época actual de la mano de cuatro protagonistas en crisis en Instrucciones para salvar el mundo (2008).
En una entrevista que le hicieron cuando promocionaba esta última novela, la prolífica autora comentó esto o algo muy parecido: que en su próximo trabajo narrativo aspiraría a crear un mundo propio en el cual refugiarse cuando arreciara el desánimo. A juzgar por su novela recién publicada por Seix Barral, el designio ha quedado cumplido. A sus 60 años, Rosa Montero incursiona en la ciencia ficción con Lágrimas en la lluvia (2011), que es al mismo tiempo una eficaz novela negra, ubicada en el Madrid de 2109.
La protagonista se llama Bruna Husky y es una androide con especialidad en combate a la que le quedan poco más de cuatro años antes de que una enfermedad incurable la ataque y la mate, como hace con todos los androides a los diez años de vida. Los androides, también llamados tecnohumanos o replicantes, nacen con el aspecto y el desarrollo de un humano de 25 años. Durante sus primeros dos años de vida deben trabajar para la empresa que los construyó, de modo que retribuyan parte del dinero invertido en su construcción. Bruna, que se desempeña como detective privada, vive acosada por su soledad y por la angustia de su próxima desaparición, y baña sus penas en alcohol casi a diario.
Una mañana, alguien sin ninguna consideración por el sueño de Bruna golpea desaforadamente la puerta de su departamento. Se trata de otra replicante, una vecina de la detective, y esta la deja pasar. Grave error: la tecnohumana, fuera de sí, intenta asesinar a Bruna y después, ante su fallido intento, se arranca un ojo y entra en shock. Según se entera luego nuestra protagonista, no se trata de la primera vez que un replicante presenta una conducta enloquecida. En los últimos tiempos se han dado varios casos. ¿Qué les provoca ese trastorno a los afectados? A partir de este misterio se desarrolla una trama rica en suspenso que llevará a Husky a enfrentar una conjura de grandes alcances.
Alternado con el plano de Bruna y sus pesquisas, que ocupa la mayor parte del libro, encontramos un plano compuesto por textos que podrían ser parte de la Wikipedia del futuro en los que se nos cuenta la historia del mundo que la autora ha inventado: cómo y cuándo se crearon los tecnohumanos, cómo inicio la lucha que los enfrentó con los humanos, cuándo se llegó a la paz y en qué condiciones, cuáles son los mundos flotantes y cómo se conformaron, entre otros datos. La alternación de estas dos líneas narrativas le permite a Montero ponernos en antecedentes cuando ya hemos sido tomados por el enigma que la novela propone y por su atractiva y atribulada protagonista. Asimismo, el pasado de Bruna se nos irá narrando de forma paulatina, sin que el desarrollo de la acción encaminada al desvelamiento del misterio se interrumpa del todo.
Como decía líneas arriba, con Lágrimas en la lluvia Rosa Montero cumple de forma cabal su propósito de crear un mundo propio, con características y reglas específicas, con un pasado verosímil que lo sustenta. Pese a que ese territorio ficticio poblado tanto de humanos como de robots, mutantes y extraterrestres, y dotado de enormes avances tecnológicos, difiere mucho de nuestra experiencia reconocible, no es difícil encontrar en él los mismos conflictos que solemos enfrentar: el racismo, la xenofobia, el fanatismo, la ambición, la intolerancia, la angustia ante la finitud de la vida, la soledad. Hay en el libro una punzante crítica social que bien puede extrapolarse a la época actual.
A pesar de que el futuro que nos pinta Montero no resulta muy alentador (por poner un ejempo: en él se ha llegado al grado de vender el aire limpio, de modo que no todos pueden costeárselo), la sensación que la obra deja bien se puede llamar optimista: pese a los pesares, parece decirnos, siempre hay esperanza de mejora. Aunque esta conclusión se vuelve innecesariamente explícita en las últimas líneas del libro, por lo general los planteamientos de la autora no son ingenuos y más bien se desprenden de la historia misma que nos relata.
La resolución del enigma resulta un tanto simple ante las expectativas creadas, pero no incongruente ni predecible. En general, la novela constituye una experiencia satisfactoria. Cumple como novela de ciencia ficción y como novela negra. Cumple, además, con la paradoja de la buena literatura: por un lado, nos da la oportunidad de escapar, por unas horas, por unos días, de nuestra realidad circundante, y por otro nos permite retornar a esta con una mayor conciencia de nuestra condición, de nuestro lugar en el mundo y de las no siempre mansas relaciones con nuestros semejantes.
*Lágrimas en la lluvia, Rosa Montero, México, Seix Barral, 2011, 477 páginas.