El olvido que seremos, Héctor Abad Faciolince
Este es, sin duda, el mejor libro que tuve la buena fortuna de leer en 2010. Bien dice Mario Vargas Llosa en una de sus columnas quincenales que El olvido que seremos es “la más apasionante experiencia de lector de mis últimos años”. Además de ser una obra extraordinaria, el libro ha gozado del favor de los lectores, que han agotado varias ediciones sucesivas desde su publicación en 2006. Tal éxito ha convocado no solo el espaldarazo de Vargas Llosa y decenas de reseñas positivas, sino también impugnaciones absurdas y las viejas envidias de siempre. Por ejemplo: se acusó al autor de querer hacerse fama a costa de Jorge Luis Borges, a quien habría atribuido erróneamente el poema que le da nombre a su libro. Ya se encargó Abad Faciolince, y de forma magistral, de desmentir a los malintencionados en su extenso y bello relato “Un poema en el bolsillo”, incluido en su libro Traiciones de la memoria (Alfaguara, 2010).
Héctor Abad Faciolince nació en la ciudad de Medellín, Colombia, en 1958. Once libros, que van de la novela al libro de viajes, de la miscelánea al cuento, de las memorias al diccionario personal, conforman hasta el momento su obra. También ejerce como periodista y traductor. El Premio Nacional de Cuento de Colombia, el Premio Simón Bolívar de Periodismo de Opinión, el Primer Premio de Narrativa Innovadora de la Casa de América de Madrid, el Premio a la Mejor Novela Extranjera en China y el Premio Casa de América Latina de Portugal son algunos de los galardones que ha merecido.
El 25 de agosto de 1987, cuando Abad Faciolince era todavía un joven con muchas ambiciones y sin un solo libro escrito, su padre fue asesinado en su ciudad natal, en manos de un sicario bajo las órdenes de un grupo de hombres poderosos a quienes la labor social y la decidida defensa de los derechos humanos de Héctor Abad padre afectaba los intereses. Al revisar los bolsillos de su padre muerto, bañado en sangre, el futuro escritor encontró la transcripción de un poema de Borges de nombre “Aquí. Hoy”, cuyo primer verso es el siguiente: “Ya somos el olvido que seremos”.
Durante casi 20 años, mientras escribía y publicaba otros libros, Abad Faciolince intentó desesperadamente contar la historia de su padre sin resultados satisfactorios. Las sucesivas derrotas, sin embargo, no lo hacían darse por vencido. Su constancia fue premiada con El olvido que seremos, una obra que por sí sola bastaría para darle a su autor un lugar destacado en la historia de la literatura (y no exagero un ápice).
Se trata de un libro de memorias tan autosuficiente como una novela. Es decir: constituye una experiencia completa, entrañable y desgarradora, que no depende de sus referentes reales para impactar y conmover al lector. Al mismo tiempo, el saber verídico el relato, el saberlo un homenaje a un padre que anduvo por el mundo y cuya vida fue truncada de forma prematura y violenta, le da al libro una intensidad especial, como si el hecho estrechara la complicidad y empatía entre narrador y lector, como si la pérdida fuera compartida.
El protagonista es un padre amoroso y poco solvente, amante de las ideas y los libros, doctor más preocupado por la salud pública que por la medicina, agitador social y defensor de los desprotegidos, liberal en lo público y en lo privado quizás un tanto conservador, sobre todo un hombre convencido de que a los hijos hay que hacerlos todo lo felices que se pueda, ya que no les faltarán ocasiones para probar por sí mismos la dureza de la vida. Un hombre que ríe mucho, que se niega a repetir los errores de su propio padre, que no tiene empacho en demostrar de forma abierta el afecto que siente por sus seres queridos. Un padre severo solo cuando debe serlo, preocupado por imbuir en sus hijos la idea de la justicia. Un progenitor que, como dice el mismo narrador, es el reverso de la moneda del dibujado por Kafka en su Carta al padre.
En general, el libro lleva un orden cronológico: empieza por la niñez del narrador y termina 28 años después con la muerte de su padre. Sin embargo, desde las primeras páginas hay saltos al futuro (prospecciones o prolepsis) que nos anticipan hechos y azuzan nuestra curiosidad.
Además de dar cuenta de una relación filial memorable, El olvido que seremos es también la historia de una familia y el drama de toda una sociedad. La familia, conformada por los padres, cinco hijas y un hijo (el narrador), roza con mucha frecuencia ese estadio un tanto fugaz que llamamos felicidad, pero debe pagar caro por ella al enfrentar los decesos prematuros y lacerantes de dos de sus miembros. En cuanto a la sociedad, el libro nos hace testigos del aumento dramático en sus niveles de violencia, del nacimiento en su seno de grupos paramilitares cuyo objetivo único es quitar del camino a quienes incomoden a sus jefes carentes de escrúpulos. De esa violencia termina siendo víctima el padre.
La prosa de El olvido que seremos es emotiva pero no empalagosa. No tiene ningún pudor en hablar del amor, y lo hace sin sensiblería, ni en hablar de la muerte, y lo hace sin truculencia. Al mismo tiempo que no se excede, tampoco escamotea las emociones de los personajes como si hubiera que avergonzarse de ellas. Quizás en este equilibro radique la belleza del texto, así como en su habilidad para mover nuestra sensibilidad de un extremo al otro (¿tal vez caras de la misma moneda?), como si nos recordaba que la dicha en esta vida está constantemente amenazada por el infortunio y la extinción, y que es necesario asumirlo de ese modo.
Si bien la narración tiene como centro dos muertes, su punto más álgido está, a mi parecer, en la última página del libro, cuando el autor, conocedor del olvido al que todos estamos condenados, nos confiesa que el único propósito de escribir la obra que tenemos en las manos es aplazar la aniquilación en la memoria de hombres y mujeres de la vida de su padre. ¿Hace falta agregar que el designio ha sido cabalmente cumplido?
*El olvido que seremos, Héctor Abad Faciolince, Bogotá, Planeta, 2006, 274 páginas.
PD1. Para escuchar el poema “Aquí. Hoy”, de Jorge Luis Borges, en voz de Héctor Abad padre, clic aquí.
PD2. Para leer el texto de Vargas Llosa sobre el libro, clic aquí.
PD3. Infinitas gracias a Daniel Emilio Pacheco, quien muy generosamente me obsequió un ejemplar de esta obra tan difícil de conseguir en México.