Una vacante imprevista – J.K. Rowling
Un gran, gran libro con mucho en contra. Debo reconocer que cuando compré Una vacante imprevista, lo hice pensando en que la historia era un tanto sosa (¿un consejo parroquial? ¿Tanto lío por eso?) y con mis prejuicios asociados a Harry Potter y todo su mundo de fantasía. Lo tuve al final de mi biblioteca durante varios meses, hasta que en un cape-nane-tene-tú salió escogido y me llevé la sorpresa del año. Vamos con lo primero. Parto leyendo un libro de 600 páginas -en una maravillosa edición de Salamandra, que se agradece se preocupe tanto de la calidad del papel y la impresión- y en las primeras cien hojas me encuentro con un popurrí de personajes que me revuelven las neuronas. ¿Con quién está casado este? ¿Hijo de quien? Ah, estos son vecinos, estos van juntos a la escuela… Ya me imagino a Rowling riéndose de uno, lector promedio, con la memoria a corto plazo fallándole con tanta información. Lo importante aquí es que la autora nos aproxima a Pagford, un pueblito inglés típico, a través de un puñado seleccionado de sus habitantes. Y a través de ellos iremos viviendo la realidad de este lugar un tanto particular -¿no son acaso todos los lugares particulares?-, luego de la muerte de uno de los miembros del consejo parroquial que no dejó a nadie indiferente.
Y durante esas cien primeras páginas no logro sacarme los prejuicios de la cabeza, atento a que se me aparezca una varita mágica o alguien hablando parsel. Pero poco a poco pasa, porque Rowling lo logra -y de muy buena manera-, te transporta al pueblo este, te sienta en primera fila -o como si estuvieses en el pensadero, para los que se quedaron en el pasado- y te deja viviendo con ellos, para que comprendas su realidad tal cual es: fría, cruda, sin poesía como nuestra amada literatura. Y eso es lo que más llama la atención de la novela “para adultos” de Rowling, el que no busque la empatía del lector con ninguno de los miembros del poblado, sino que simplemente te los muestre vulnerables, como somos todos, con lo bueno y lo malo. Y claro, aquí cada quién es libre de verse reflejado en uno o en otro, en una montaña rusa de hechos cotidianos y no tanto, de una u otra familia, que convergen en la inercia de un pueblo y en una historia que busca retratar la vida como vida y nada más. Sin lugar a dudas un acierto en la carrera de Rowling. Un libro IMPERDIBLE para quienes gocen con la belleza de lo cotidiano y de la palabra escrita.
CITAS DEL LIBRO:
- Ya a salvo en su dormitorio, había escrito (después de masturbarse y quedarse media hora mirando fijamente la pared): “La belleza es geometría.” Había roto la hoja de inmediato, y se sentía ridículo cada vez que lo recordaba; sin embargo, había algo de verdad en esa frase. La hermosura de aquella chica radicaba en pequeños ajustes a un patrón de los que resultaba una armonía impresionante.
- Todo se había hecho pedazos. Que los objetos siguieran allí -las paredes, las sillas, los dibujos de los niños en las paredes- no significaba nada. Cada átomo de todo aquello había estallado para reconstituirse en un instante, y su permanencia y solidez aparentes en realidad eran risibles; se disolvería todo con solo tocarlo, porque de pronto todo se había vuelto fino y desmenuzable como el papel de seda.
- Simon tenía la infantil creencia de que el resto del mundo existía como escenario para su propia obra teatral, de que el destino estaba suspendido sobre él, lanzándole pistas y señales.
- Tessa luchó contra el impulso de estallar. Colin tenía la costumbre de juzgar a la gente basándose en primeras impresiones, en actos aislados. Nunca parecía captar la inmensa mutabilidad de la naturaleza humana, ni apreciar que detrás de cada rostro anodino había un mundo interior inexplorado y único como el suyo.
- Si bien había previsto sentirse así, eso no disminuía el dolor, al igual que las consecuencias de que a uno lo atropellara un tren no serían menos devastadoras por haberlo visto acercarse por la vía; sencillamente, Colin sufría dos veces: cuando se anticipaba y cuando sucedía lo anticipado.
- En The Smithy, en las afueras de Pagford, Gavin Hughes se enjabonaba bajo el chorro de la ducha,con el agua muy caliente, y se preguntaba por qué él carecía del valor de otros hombres, que eligen correctamente entre alternativas casi infinitas. Ansiaba una vida que había entrevisto, pero que nunca había probado, y sin embargo tenía miedo. Elegir era peligroso: Cuando elegías, renunciabas a las demás posibilidades.
- Kay recordó la fantasía que había alimentado (y que en retrospectiva parecía tan disparatada como la de Gaia cuando quería tener un unicornio), en la que su relación con Gavin prosperaba y podía darle a su hija, por fin, un padrastro permanente y una bonita casa en el campo. Estaba desesperada por conseguir un final de cuento de hadas, una vida a la que Gaia siempre quisiera regresar; porque la separación de madre e hija se precipitaba hacia Kay a la velocidad de un meteorito, y ella preveía que el alejamiento de Gaia sería una calamidad que haría añicos su mundo.
- Nunca había sentido la menor atracción física hacia él. “Al fin y al cabo, ¿qué es el amor?”, pensó, mientras una suave brisa agitaba la alta ligustrina de cipreses de Leyland que cercaba el amplio jardín trasero de los Jawanda. ¿Era amor que alguien llenara un espacio de tu vida que, cuando esa persona desaparecía, quedaba vacío dentro de ti como un bostezo enorme?
- Dentro había grandes bloques de hachís del tamaño de ladrillos, pulcramente envueltos en láminas de plástico. Krystal, que apenas sabía leer, que no podía identificar la mitad de las hortalizas en un supermercado, que no habría sabido decir el nombre del primer ministro, sabía que el contenido de aquellos bolsos, si llegaban a encontrarlos allí, significaba la cárcel para su madre.