Cuando todo cambió – Donna Milner

Cuando todo cambió - Donna MilnerDifícil escribir algo sobre este libro. Lo compré con muchísimas expectativas y lo tenía reservado para un momento en que me encontrara con todo el tiempo del mundo para disfrutarlo. La edición me pareció cuidada y elegante, algo que no se ve constantemente en la literatura comercial, inmersa en un mercado donde todo es costo, precio de venta y márgenes -mis felicitaciones a Maeva, la editorial que la tradujo al español-. La historia de la contraportada me pareció fascinante, al estilo Kate Morton -ruego al lector me disculpe, pero en lo personal Morton representa un parámetro para medir las novelas de misterios familiares-, y por supuesto, muy vendible. Muy del estilo “ven y cómprame”. Sin más rodeos, Cuando todo cambió es una novela que cojea. Vamos a hacer lo posible para explicar por qué.


La familia Ward vive en su granja familiar en el norte de Canadá, dedicándose a la producción y distribución de leche en la década de los sesenta. El asistente de la granja decide renunciar para casarse con la viuda del pueblo, y es entonces cuando llega River a reemplazarlo, un joven norteamericano que viene cruzando la frontera, resistiéndose a ser partícipe de la guerra de Vietnam. Lo tildan de hippie, mientras arranca suspiros en las mujeres del pueblo.


Muchos años después, Nathalie, la otrora pequeña de la familia, recibe la noticia de que su madre está enferma terminal, obligándola a volver a la granja donde todo cambió con la llegada de River. Este viaje a sus raíces le hará recordar cada detalle de lo que sucedió mientras el norteamericano formó parte de los Ward: cada detalle que derivó en la destrucción de su familia.


La prosa de Milner es suave, nostálgica y sin muchas acrobacias. De hecho muchos capítulos comienzan señalando al lector donde se encuentra la protagonista en el presente y retomando luego sus recuerdos del pasado. Así, durante más de cien páginas, nos entretiene sin decirnos nada de relevancia, solo anécdotas familiares que no dejan de estar dotadas de viveza en detalles que entretienen a pesar de no contar mucho. No crean que toda la novela es así, porque cuando ya sabemos para donde vamos y esperamos que la autora nos dé vueltas nuestras teorías, nos decepciona un poco -sí, solo un poco- al no cambiar el rumbo del camino. Pero como ninguna historia es simple como parece, en el último tercio de la historia nos empuja a una cama elástica de la cual no podemos dejar de dar bote. Interesantes resultan los puntos de giro que la autora planea para el final de la novela, que en sí mantienen al lector expectante y ansioso por saber lo que viene a continuación. Y Milner termina todo con mucha desenvoltura, calza las piezas de su rompecabezas sin ninguna complicación después de haberte tenido unas cuantas horas con el corazón en la mano saltando y saltando en la cama elástica. Y he ahí el fallo de la autora, porque toda la acción de la novela la reserva para el último tercio, dejándonos con más de doscientas páginas melancólicas -que reconozco me han encantado-, llena de pequeñas anécdotas que te van mostrando partes de los personajes -bien delineados todos, vale decir-, pero desequilibrando el libro como total, dejando un sabor agridulce cuando se termina. En lo personal, me quedo con lo dulce. La historia es interesante y emociona. En las últimas treinta páginas, dos o tres momentos me llenaron los ojos de lágrimas, y que un libro te emocione así, significa que vale la pena. Además toca temas interesantes, que van desde la guerra hasta la homosexualidad, de los cuales el lector tendrá una opinión y de seguro empatizará con los protagonistas. Una novela entretenida, no imprescindible, pero si interesante para cuestionar muchos por qués.


FRASES DEL LIBRO:Donna Milner



  • Así es Vern. Su fuerza es lo que me ha mantenido con él hasta este momento, la fuerza que le permite dejar ir a los demás.Pero tiene razón. Es solo cuestión de tiempo. Así soy. Salgo huyendo. Me voy. Es el primer hombre que se da cuenta, o el primero que lo saca a la luz para que ambos tengamos que examinarlo. Y será el primero que no se sorprenderá cuando me vaya.


  • A veces creía que la lectura era una maldición. A veces pensaba que sería una bendición ser como Gus, no haber leído ni una sola novela en toda su vida, no ser consciente de lo que se estaba perdiendo, ignorar todas las posibilidades.


  • Quería que me dejase sola… quería que me llevase al piso de arriba, a la cama, y me arropase como si fuera una niña, y me dijese que todo se iba a arreglar, y luego se echase a mi lado hasta que yo me durmiese, y que el calor de su cuerpo me mantuviese a salvo y calentita.


  • Me casé con el primer hombre que me lo pidió, antes de darme cuenta de que no necesitaba que me rescatasen.


  • Las velas parpadeantes arrojan sombras en la pared mientras ruego a un dios en el que no creo que me conceda un favor.


  • Esta familia nunca se pelea, no usa las palabras como armas. Usa el silencio. Y hiere igual o más. Dejáis que lo que os agobia, que no os decís los unos a los otros,se interponga entre vosotros.