Volver a los 17 – Oscar Contardo
El boom literario por los cuarenta años del golpe militar no pasa desapercibido. Editorial Planeta se hace presente en las librerías nacionales con una apuesta diferente –y me arriesgo a decir, también innovadora– bajo el alero de Oscar Contardo como editor. ¿La idea? Convocar a un puñado de escritores para que escriban relatos autobiográficos sobre su infancia/ adolescencia bajo la dictadura de Pinochet. ¿El resultado? Volver a los 17: recuerdos de una generación en dictadura, un libro que retrata con crudeza y lucidez las implicancias de ser niño en una época donde se debía abandonar la infancia a la fuerza, de golpe.
Algunos de los autores aún eran nonatos para el 11 de septiembre del 73, otros tenían menos años que dedos en una mano. Contardo, por su parte, nació al año siguiente. Todos ellos, sin importar la edad, nos enseñan un poco de su alma en estas páginas, de esa etapa tan entrañable como lo es la infancia, el despertar de la conciencia. La diversidad de perspectivas para narrar los mismos hechos no hace más que enriquecer la lectura de una obra íntima y cercana, de un hecho que deja heridas, cicatrices que no se irán, que quedan remarcadas en tinta y papel por catorce autores que recuerdan una niñez tal vez injusta, muchas veces teñida de oscuridad y silencios impuestos, de preguntas sin contestar. Cicatrices que ahora, con ritmos y prosas tan disímiles y a la vez tan conectadas unas con otras, permiten adentrarnos a un hecho como el golpe bajo un prisma muy diferente a lo que nos tienen acostumbrados.
Vemos televisión basura, una y otra vez los mismos programas, porque no podemos salir fuera, porque hay toque de queda; vamos al colegio, y sonreímos al notar que con cuarenta años de historia en el cuerpo seguimos siendo los mismos soñadores, consecuentes con nosotros mismos, al menos; escuchamos a medias las conversaciones de los adultos, vivimos en una burbuja, somos niños protegidos hasta que abrimos los ojos y descubrimos que el mundo no es como nos lo pintan, que hay un caos del que somos parte. Nos damos cuenta que existe el miedo. Y tomamos conciencia. Todo esto pasa cuando volvemos a los diecisiete años de dictadura.
Entre los relatos destacan los de Alejandra Costamagna, Nona Fernández, Andrea Jeftanovic, Juan Cristóbal Peña y Alejandro Zambra, que no solo nos entregan parte de sus memorias personales, sino que aportan un valor literario que enriquece la lectura, haciendo que repasarlos una y otra vez no sea más que un placer. Una buena selección de autores para renovar la visión de un hecho sobre el que ya creíamos haberlo leído todo.
CITAS DEL LIBRO:
- Esa ausencia de fotos me desconcierta, del mismo modo que me desconcierta tratar de recordar hechos que pasaron dos años antes de que naciera. Álvaro Bisama, Fotos.
- La Piti le ladra a los helicópteros que sobrevuelan la ciudad y en la cocina hay una invasión de hormigas que avanzan por una muralla. Mi hermana las mira marchar durante un buen rato y luego las va aplastando una a una con su dedo índice mientras murmura «toque de queda, toque de queda». Alejandra Costamagna, Iba a caer.
- No tengo claro el momento exacto, pero sé que de golpe aparecieron ataúdes y funerales y coronas de flores, y ya no pudimos huir de eso. A lo mejor siempre había sido así y no nos habíamos dado cuenta. A lo mejor nos habían mareado con tanta tarea de historia, tanto acto cívico y representaciones de combates contra los peruanos. Nona Fernández, Hijos.
- Dejar de ser niños nos llevó a entender no solo el país donde estábamos viviendo, sino que también nos hizo pensar en un futuro distinto, totalmente ajeno al que prometía Raquel Argandoña en 60 minutos, detrás de un escarmenado explosivo. Pablo Illanes, Hay boches.
- A continuación debería recordar algo que no registro: mis padres viajan a Estados Unidos por dos meses y medio buscando una forma de emigrar. Yo me quedo con mis abuelos. Ningún intento fructifica y regresan. Mi madre me ha relatado esos cuarenta días y cuarenta noches a modo de maldición bíblica. Imagino o sueño, ya no sé, a mis padres como dos aves serpenteando el cielo. No es amargura, es decepción. Andrea Jeftanovic, Tomás Moro 200.
- Cuando el cura decía «mi paz os dejo, mi paz os doy», yo entendía «ni pasos dejo, ni pasos doy», y me quedaba pensando en esa inmovilidad misteriosa. Y esa frase «no soy digno de que entres en mi casa», se la dije una vez a mi abuela, al abrirle la puerta, y después a mi padre, que me respondió enseguida, con una sonrisa dulce y severa: «Gracias, pero esta casa es mía». Alejandro Zambra, Mis documentos.