Rosa candida – Auður Ava Ólafsdóttir
Rosa candida es una novela para leer con tiempo. La prosa de Ólafsdóttir así lo exige: un ritmo calmo, apaciguado, que nos aleja del mundo acelerado en el que vivimos. Cuando compré este libro lo hice por todas las magníficas críticas de los medios especializados, pero la historia no me llamaba la atención, para ser sinceros. Con el pasar de las páginas, me di cuenta que la trama que tenía preconcebida en mi cabeza no tenía relación alguna con la que la autora nos planteaba en sus páginas. Un grato hallazgo, debo reconocer.
Arnljótur es un joven islandés de veintidós años que acaba de perder a su madre en un accidente automovilístico. Fue ella quien le transmitió la pasión por las flores, durante las tardes compartidas en el invernadero. El vínculo especial que los unió en vida hace que el joven abandone su hogar y emprenda un viaje a un monasterio donde se encuentra el otrora Majestuoso Jardín de las Rosas Celestiales, una de las rosaledas más importantes del mundo, con el objetivo de reconstruirlo y hacerlo lucir como en los viejos tiempos. Es así que el protagonista se encamina a un pueblo desconocido de un país sin nombre, donde se habla una lengua casi extinta y los monjes se divierten viendo películas de cine arte.
Arnljótur no solo deja atrás a su padre viudo y a su hermano gemelo autista, sino que también a su hija de nueve meses, Flora Sol. El viaje de Arnljótur representa cambios trascendentales a nivel espiritual, donde analiza su vida, sus afectos y acondiciona los elementos que tiene a mano para definirse como ser humano.
El personaje principal destaca por su sensibilidad ante la vida y las circunstancias que vive. La muerte de su madre es un hito que le hace tomar decisiones y comenzar de cero en un lugar completamente desconocido, donde aprenderá a convivir con la ausencia y conocer más de sí mismo. Por otro lado, esta visión de la muerte se conjuga con la vida de Flora Sol, su pequeña hija que, por un favor de la madre de la niña, Anna, llegará a cambiarle su concepción de la paternidad y el amor. Llama la atención cómo la autora juega con este sentimiento, el del amor, y experimenta con él a través de sus personajes: Flora Sol fue concebida en una noche sin intención alguna de trascender, pero no es hasta casi un año después de su nacimiento que sus padres comienzan a conocerse –tarea difícil cuando ninguno de los dos es capaz de definirse a sí mismo– y a descubrir lo que pueden sentir por el otro.
Rosa candida es una novela hecha de pequeñas anécdotas que enmarcan ideas interesantes sobre la personalidad humana y lo que somos capaces de hacer por amor. Para tenerla en consideración.
CITAS DEL LIBRO:
- No tengo ni idea de nada referente a la electricidad. Papá intentó enseñarme a cambiar el enchufe de un cable la mañana de mi noveno cumpleaños, y recuerdo lo extrañado que se quedó por mi falta de interés. Era como si le estuviera diciendo que no quería llegar a ser un hombre. Cuando me pregunta algo sobre electricidad, tengo la sensación de que está tomando el pulso de mi virilidad.
- Quizás aún me esté buscando a mí mismo, pero al menos sé adónde voy.
- Todo estaba mojado, el asfalto estaba mojado, la hierba estaba mojada, la lava estaba mojada y ella describía los espléndidos colores de la tierra, cómo destellaba el musgo que el sol teñía de dorado en medio de la negra lava, ella hablaba de un hermoso resplandor, hablaba de la luz, sí, de la luz.
- Echo un rápido vistazo al espejo más cercano y me encuentro con un hombre preocupado, pelirrojo, con el cabello recién cortado. Y aunque desde luego puede servir de protección contra la soledad, es raro estar siempre viendo el propio reflejo, estar siempre recordándose a sí mismo.
- Luego me despido de Anna por segunda vez, le deseo buen viaje y le digo otra vez más que no tiene de qué preocuparse; ser hombre es poder decir a una mujer que no tiene de qué preocuparse.
- La cama es un mundo propio donde no rigen las mismas leyes que fuera de él. Va disminuyendo constantemente nuestro vocabulario, tampoco se puede expresar todo en palabras.
- Existe el amor razonable, como dice un poema –continúa desde el otro extremo de la habitación–, pero no la pasión razonable. Si la vida se viviera únicamente de modo razonable, nos perderíamos la pasión, como dice en algún otro sitio –continúa, y sé que no está citando la Biblia.