El taller de escritura – Jincy Willett
El taller de escritura es una novela que gozarán sobre todo quienes hayan asistido a algún taller literario. La protagonista es Amy Gallup, una mujer mayor que disfrutó de una fama temprana por un par de libros escritos en su juventud y luego fue olvidada al no conseguir la inspiración necesaria para escribir nada que llamase la atención de los lectores -reconozcámoslo, quienes hayamos leído el libro y conozcamos un poco sobre la autora, Jincy Willett, es imposible que no veamos lo obvio-. Actualmente, Amy divide su vida entre su perro, las entradas de su blog -algunas delirantes- y un taller de escritura en una universidad, abierto a cualquiera que goce escribiendo, leyendo o simplemente desperdiciando dinero. El planteamiento es genial, porque Amy necesita los ingresos de ese taller para llevar su modesto estilo de vida -que a todo esto, es bastante triste y solitario-, pero a la vez detesta tener que realizar un taller con tanto personaje raro. Y he aquí una de las cosas más ricas del libro, el abanico de personajes que nos regala la autora. Para el taller de este semestre tenemos a una latina feminista, una dueña de casa que pretende ser perfecta, la profesora que lo sabe todo, el invisible que escribe como los dioses, el tipo que va exclusivamente a ligar y nunca ha escrito ni una lista de supermercado, el médico semidiós que cree ser fabuloso y ha escrito un sinfín de novelas que, extrañamente, no han sido publicadas, la chica que está obsesionada con la profesora y ha ido a cada taller que Amy ha realizado en su vida y así suma y sigue. Bueno, pues lo entretenido es que uno de estos variopintos personajes goza haciendo sufrir a nuestra Amy y comienza a hacerle la vida imposible de distintas maneras, partiendo por llamadas telefónicas y mensajes subliminales entre los textos de los alumnos hasta llegar extremos inimaginables, en un estilo que a ratos es cómico y a momentos mezcla la novela negra de Agatha Cristhie -de la cual la autora se burla abiertamente en sus páginas, quedándome la duda de qué tan homenaje a “Diez negritos”, de la antes mencionada, busca ser este taller de escritura-, haciendo de este libro una montaña rusa, que puede que a veces no sea tan realista, pero está bien, no juzgamos, porque no estamos analizando la biblia ni un texto de Kafka.
El taller de escritura es un libro divertidísimo que está estructurado en las clases desarrolladas por la propia Amy, y tiene detalles tan delirantes como el listado de los alumnos con sus nombres reales y los apodos que pone la profesora en la primera clase para aprenderse los nombres rápidamente. La novela es un ejemplo de lo que se puede lograr cuando se escribe de lo que se sabe. Vamos, quizás Willett no sea una asesina en serie, pero sí ha sido una profesora de escritura durante bastante tiempo y por ende tiene la experiencia para desarrollar un tema tan interesante en una novela y, mejor aún, elaborar una serie de personajes/caricaturas que, según la misma autora afirma, no son reflejo de ninguno de los alumnos que han pasado por su aula jamás. Aunque más de algo se le habrá escapado, tendremos que confiar en su palabra. Willett dice que lo que más le costó al momento de llevar al papel esta idea, y que para mí es otra de las genialidades que nos regala a los lectores, son los textos escritos por los propios alumnos del taller, que se muestran en varias partes de la novela y nos van dando pinceladas de las personalidades que hay detrás de los alumnos.
A mi gusto es un libro interesante. No es de esas novelas que te hacen reflexionar sobre el significado de la existencia humana ni sobre muchos por qués, pero es un libro que entretiene, que te absorbe, porque a fin de cuentas eres uno más en la clase y también quieres develar el misterio de quién es el cabrón que está fastidiando a medio mundo. Como segunda línea argumentativa, tenemos la liberación de Amy, una mujer que durante toda la novela se encuentra ambivalente socialmente -es un agrado que la autora nos entregue información de su pasado con un gotero- y poco a poco se redime de su autoexilio, lo que le permite descubrir que la realidad y la ficción pueden ir por el mismo camino y, de esta manera, favorecer el proceso creativo detrás de la escritura.
El taller de escritura tiene un argumento original y como novela funciona, rindiendo homenaje a la literatura y a la novela policíaca clásica. Como en algún minuto reflexiona Amy, cuando escribimos “todos somos pequeños dioses. Creamos personajes, los ponemos en acción y determinamos sus destinos. Existe cierta responsabilidad ascética que casi ronda, o al menos refleja, una responsabilidad moral”. Eso lo dice todo.
CITAS DEL LIBRO:
- Y continúa con los números de teléfono de su casa y su móvil, los cuales, si yo quisiera convertir esto en una novela o especialmente en un guión, tendría que poner que empiezan por 555, algo absurdo, una tontería; pero ahí está, este es el mundo en el que vivimos, débil, afeminado y merecedor de la más común de las calificaciones: insuficiente.
- —El autor —dijo Carla—, es una autoridad con intenciones propias. El lector es una autoridad con experiencia propia, lo que implica la experiencia adquirida con la lectura de la obra del autor.
- Nada era verdaderamente insoportable si se tenía algo que leer.
- —Lo que voy a hacer ahora —dijo Amy—, es colgar el maldito teléfono y contactar con todos los alumnos para concretar una fecha y hora para nuestro próximo encuentro. Así que recibirás una llamada mía en breve. ¿No te parece interesante? —Amy miró el calendario—. Es un poco precipitado, pero no veo por qué no podríamos quedar este próximo miércoles a la hora de siempre. Nos reuniremos en mi casa. No llegues tarde —dijo Amy—. Debatiremos tu trabajo.
- La cuestión es —dijo Amy—, que todas las personas de esta habitación, excepto tú, quieren ser escritores. —Cindy no estaba colaborando—. Algunos más que otros, pero cualquier persona que se apunta a un taller de escritura lo hace porque cree tener una historia que vale la pena contar. Cree saber algo que nadie más sabe o nunca sabrá a menos que él lo cuente, y lo cuente bien. El francotirador es uno de nosotros. El francotirador, como todos los demás, quiere que se le tome en serio.
- Puedes recrear escenas, retratar personajes, y sabes escribir una buena frase seguramente mejor que nadie que haya cursado un máster en escritura creativa. También tienes buenas ideas, pero no sabes lo que es una historia. “La buena mujer” tiene un inicio genial, pero después acaba simplemente porque tiene que hacerlo. No es una historia en absoluto, es una polémica. Si quieres enviar un mensaje —Amy adoptó un tono despectivo—, utiliza la Western Union.