Un final perfecto, John Katzenbach


Se preguntarán mis tres lectores por qué insisto en leer y reseñar novelas de John Katzenbach si en más de una ocasión he dicho que su literatura es de las que distraen el hambre pero no alimentan. Habiendo infinidad de clásicos antiguos o contemporáneos por leer o releer y un par de novedades valiosas, ¿por qué seguir frecuentando a un autor de inocuas novelas de suspenso? Yo mismo me hago estas preguntas. Quizá la única razón sincera para leer a Katzenbach, placer culposo por el cual no siento culpa alguna, sea el agrado que me reportan sus libros: tan sencillo como eso. Sus por lo regular gordas ficciones se leen en un santiamén y no solo secuestran la atención, sino que son capaces de emocionar y, a ratos, hasta de estremecer. Son buenos aperitivos, no ajenos al milenario arte del bien contar, pese a sus limitadas ambiciones. Están mis lectores advertidos.

Originalmente titulada Roja 123, la nueva novela de Katzenbach se ha publicado primero en español que en inglés, bajo el mejor título de Un final perfecto. Quizá a la premura de publicarla en nuestro idioma se deban los frecuentes descuidos de la edición. Tres pelirrojas (una doctora, una profesora y una estudiante) son amenazadas a través de cartas por un psicópata que las ha elegido para matarlas sin más razón aparente que su color de pelo. Pronto descubrimos que el remitente es un escritor frustrado, autor de cuatro novelas que han pasado sin pena ni gloria por las librerías y que recrean los cuatro crímenes reales que el autor ha cometido, de los cuales ha salido impune. Asume el cerco a las pelirrojas y su planeada muerte como su obra maestra. Habrá que ver si las posibles víctimas resultan tan dóciles como se espera de ellas.

Confieso que Katzenbach siempre me deja esperando que asuma nuevos retos, que no se conforme con un veloz ritmo y buenas configuraciones de sus personajes. Estos se nos presentan caracterizados de tal forma que sus motivaciones sean convincentes, pero sin la pretensión de profundizar en ellas, de entregar algo más que creaturas ficticias adecuadas para la trama que se narra. En otras palabras, en los libros de Katzenbach importa mucho más la trama que los personajes, que están condenados a cumplir el papel asignado y nada más; de ahí que no sean memorables.

Quien conozca los libros anteriores del autor de La historia del loco no encontrará sorpresas en Un final perfecto. El argumento se va desgranando sabiamente, conducido con mano firme hasta un punto climático: el enfrentamiento entre los adversarios. Ignoro si Katzenbach estaba demasiado ansioso por entregar una nueva novela a la imprenta; lo cierto es que el descubrimiento de la identidad del acosador por las víctimas luce muy apresurado. La resolución, en cambio, es ingeniosa, aunque muy parecida a la de El psicoanalista.

Querría decir que esta novela, ni execrable ni brillante, una medianía disfrutable, es la última que leo de Katzenbach, pero no lo creo: aun me quedan por conocer unos cuantos de sus libros pasados y quizá me embarque en alguno de las próximos. Cébense en mi mal gusto.

*Un final perfecto, John Katzenbach, traducción de Mercè Diago y Abel Debritto, México, Ediciones B, 2012, 436 páginas.